¿Robots amantes?

Acabo de leer un reportaje aparecido en la revista Quo, en el que se habla de la función que tendrán los robots dentro de cincuenta años. Se trata de robots que son capaces de sentir como sentimos los seres humanos, de experimentar las mismas experiencias, e incluso de tener personalidad. Tendrán capacidad para enamorar, porque se les aplicará un procedimiento que lleve a poder ver en el interior de nuestra mente y podrán saber lo que pensamos de ellos, así como saber en qué situaciones estamos más cómodos o menos. Se trata, en definitiva, de un Don Juan Robótico.

David Levy, experto británico en inteligencia artificial, afirma que, efectivamente, los robots serán capaces de conocer nuestros pensamientos y así saber si entrar a conquistarnos. Es verdad que con eso nos aseguramos de no ser rechazados. Pero, ¡si el rechazo formaba parte del amor! ¿Qué sería de los pesimistas que no se atreven a intentar conquistar a una chica por miedo a quedar en ridículo, o a resultar tristemente rechazado? No serían los que son. Igualmente, ¿qué sería del optimista que se cree que puede conquistarlas todas? ¿Conseguirá con este proyecto su intención? Pues claro, si podremos personalizar las características del amante robot.

Por otra parte, también están pensados para usarlos como objeto sexual, como utilizan muchas parejas un consolador para hacer su vida sexual más morbosa. Esto podrá llevar tranquilamente al lamentable aburrimiento que producirá usar el tradicional acto sexual, pues al tener un robot que nos haga disfrutar, nadie querrá repetir con su pareja. Disfrutarán con el robot porque estará preparado de tal manera que sólo haga lo que guste a la persona.

Además de todo esto, sabemos que los robots están programados a hacer sus actividades. Pero el proyecto es que se parezca a un ser humano, más bien, que sea idéntico al ser humano. Pero hay una cosa que nos diferencia a absolutamente todos los seres humanos: la libertad. ¿Cómo van a conseguir que un robot tenga libertad? Igual que tienen sentimientos hacia una persona, deberán tener la capacidad de no tener sentimientos gratos hacia esa persona, ¿no es así?

Suerte que para que el fin de ese proyecto se haga posible aún quedan muchos años. Sería un honor poder vivir con estos seres a nuestro alrededor, pero antes habrán de confirmar que son seguros.

En principio, empezarán con animales de compañía, para ir evolucionando progresivamente. ¿Quién sabe? Es posible que la próxima generación de vida humana sea robótica. Estropearíamos la teoría de Darwin, pero ¿qué más da? Estropearíamos la filosofía kantiana, porque no habrá libertad, pero ¿qué más da? ¡Viviremos rodeados de androides con los que podremos entablar una conversación de política, de literatura, de deportes, de cine! Lo único que no entiendo es qué nos van a responder. ¿Estarán también programados para adivinar qué es lo que yo quiera que diga al preguntarle si le gusta leer a Benito Pérez Galdós? ¿Me dirán que sí les gusta? ¿Serán capaces de criticar su novela? Cincuenta años adelante, y lo sabremos. Paciencia…

NOTA: En realidad, me parece un tema bastante interesante. Se ve que la tecnología va dando de sí. Pero creo que deberían pararse a pensar un poco las consecuencias que pueda tener tal idea, para mejorarlas y evitar un desastre.

FUENTE: Este artículo es una reflexión personal, sólo personal, que no pretende criticar con mala intención el mencionado reportaje. El reportaje apareció el 22 de febrero de 2008 en el número 149 de la revista Quo. Podrán ver el reportaje completo, realizado por Ana Pérez, siguiendo este enlace:

http://www.quo.orange.es/reportajes/4557_1.html

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