YO PARA TI Y TÚ PARA MÍ (3)

CAPITULO  DOS

 

EL  PRELUDIO

 

     El humo de cigarrillos se esparcía por todo el bar. Las voces se percibían como murmullo, claros efectos de la borrachera, pero ella seguía ahí a mi lado, sin expresión, sus ojos daban la impresión de querer fundirse con mi mirada. Yo, solo hablaba.

 

          Después de aquella despedida no la he vuelto a ver. Sin embargo ha vivido todos estos años dentro de mí.

          ¿Y por qué terminaron, si se amaban tanto?

          Los celos. A veces solo quisiera tenerla frente a mi, para pedirle perdón; ya no le suplicare amor, solo que me perdone por no comprender en ese momento…

 

     No pude continuar, el dolor seguía ahí, clavado. La herida supuraba de nueva cuenta. Esa mujer no entendería jamás lo que un hombre siente al entregar su pureza y que su pareja no lo sea. Cosas de hombres.

 

     Fumó de su cigarrillo, lo coloco en el cenicero, bebió de un trago  toda su cerveza, al verla hice lo mismo. Me tomo de la mano y salimos del Texas-Bar. Al cruzar el umbral, con la cabeza indicó una sugerencia: El río o el centro de la ciudad. Opte por la segunda, el Río Bravo a esa hora de la madrugada no tiene mucho de deslumbrante. Abrazados, caminamos sobre la avenida hasta llegar a la plaza principal. Es increíble ver como Ciudad Acuña es tan distinta de día y de noche. Logramos ver a los paisanos recostados en las bancas y en los corredores esperando a los polleros para ser cruzados “al otro lado”, para lograr su sueño americano… De chispazo mi cerebro reacciono con la idea “Sueño”. ¿Dónde quedaron los míos?

 

     Durante el caminar le platique a esa desconocida, sobre mi corta residencia en esa ciudad. Hablé de mi amigo Pepe, de las juergas juntos, de los desvelos, de los pleitos de cantina…  Pero ella se intereso más en la historia de la dueña de mi vida, aquella mujer misteriosa que había marcado mi puño izquierdo, aquella que más que una simple marca, había trozado mi corazón. Y le conté: “como jóvenes enamorados nos entregamos. Esta marca fue un pacto de eternidad, [tú para mí y yo para ti] ella lleva mi inicial. Fueron tantos los momentos felices a su lado, que ahora comprendo lo equivocado que fui al rechazarla”

 

     Sin darme cuenta una lágrima escurrió por mi mejilla; sus dedos prestos limpiaron el líquido de mi rostro, y no dejo de observarme sonriendo.

 

          Una no siempre ve llorar a un hombre.-guiño un ojo- Y si la amabas ¿Por qué la dejaste?   

          Por estupido. El fantasma del que estuvo antes me atormentaba, creía que iba a volver y ella lo preferiría a él.

          Realmente estupido – contesto

 

     Se volvió a hacer el silencio, cada uno se sumió en sus pensamientos, mientras abrazados continuábamos caminando por el centro de la ciudad. Las calles, la presidencia municipal, la iglesia, el museo, todo parecía tan igual que hace ocho años.

Continua…

 

Autor: Martín Guevara Treviño

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