Textos para el Alma: Vivamos con Asombro (parte V)

En todos nosotros vive un niño asombrado, curioso y al que aún le gusta jugar. Aunque de vez en cuando nos sintamos un tanto triviales, llevamos no obstante una pequeña pepita de oro debajo de nuestra piel; hubo un tiempo en que éramos nuevos aquí…

Somos transportados a un cuento de hadas (que compite incluso con el mejor de los cuentos de la infancia), pero no tardamos en acostumbrarnos de tal modo a todo lo que aquí hay, que terminamos dando toda la existencia por supuesta.

Puede que ni siquiera descubramos que algo mágico sucede detrás de los barrotes de esa nueva cuna infantil que compramos. Ahí, entre los barrotes, el mundo está siendo creado.

Porque el mundo no envejece nunca; somos nosotros quienes nos hacemos viejos. Mientras continúen llegando nuevas personas al mundo, éste permanecerá tan flamante y novísimo como aquel séptimo día en que Dios descansó. El niño acaba de nacer en el cuento de hadas, e insiste una y otra vez en que nos hemos distanciado del cuento con sólo llamarlo «realidad».

-Mamá, ¿por qué los ángeles tienen alas?… ¿por qué las estrellas centellan?… ¿por qué los pájaros vuelan?… ¿por qué el elefante tiene la nariz tan larga?

– Bueno, la verdad es que no sé. Y ahora tienes que irte a dormir porque si no sabes que mamá se va a enfadar.

La paradoja es que un niño pierde esta intensa experiencia de estar en el mundo más o menos al mismo tiempo que aprende a hablar. Por eso los adultos también necesitan mitos y cuentos de hadas. Unos y otros pueden ayudarnos a aferrarnos a una vieja experiencia que de otro modo perderíamos.

(Continuará).

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