Textos para el Alma: Sexo milenario (parte VII)

La revolución hacia la igualdad entre los sexos tendrá varios efectos sobre la sexualidad, ninguno de los cuales será (como algunos pueden llegar a temer) la extinción del erotismo y del acto de cortejar.

Es cierto que el creciente poder económico de las mujeres está complicando los romances. En nuestro pasado agrícola, como así también en los siglos XIX y XX, el papel de la mujer estaba claramente definido: los hombres ganaban el pan de cada día mientras que las mujeres cuidaban la casa. Ahora, esos roles se confunden.

Por citar un ejemplo de lo antedicho piense en comer. En muchas especies animales, el macho se apodera de algo comestible y se lo da a la hembra para que ella coma y le retribuya con sexo. Cuando el chimpancé macho toma una buena porción de caña de azúcar, la hembra se aproxima y lo encara con fiereza hasta hacerlo sentir muy incómodo. Finalmente, él cede el trozo de caña. Entonces, la hembra observa el alimento con mucho cuidado, se da vuelta e inicia la actividad sexual con el macho, incluso antes de comer. También puede observarse ese intercambio de alimento por sexo entre las moscas, lagartos y pájaros.

Con la evolución del cerebro humano y de todo tipo de normas culturales, nosotros ya no hacemos más eso. Un hombre que lleva a una mujer a comer afuera no debería esperar una cópula inmediata (por llamarlo así), aunque esta posibilidad siempre existe. Todos lo sabemos. Hoy, con su independencia financiera, las mujeres pagan o dividen la cuenta, es decir, se comportan de forma tan predatoria, sexualmente hablando, como hace millones de años.

Ahora las mujeres buscan buenos compañeros para la reproducción. A partir de un estudio realizado en más de 30 países, se llegó a la conclusión de que las representantes del sexo femenino se sienten atraídas por hombres que poseen riquezas (que no siempre quiere decir dinero), un rasgo que se desarrolló hace millones de años cuando ellas necesitaban que alguien las protegiese de los animales grandes y peligrosos y les diese carne para alimentar a los más pequeños. Hoy, vemos hombres más viejos que se matan dentro de las oficinas para conseguir un aumento o mantener sus empleos, un impulso que proviene de la necesidad inconsciente de adquirir y retener riqueza para atraer a las mujeres.

Estos rituales del romance todavía nos traerán muchos problemas. El ser humano fue hecho (entre otras cosas) para seducir, y aquí tenemos una sociedad en la cual hombres y mujeres trabajan juntos, día a día, en las mismas oficinas y empresas. Tal vez no hayamos sido hechos para eso. 

Muchas personas, entre las que me incluyo, luchan y trabajan para que las mujeres tengan mayores oportunidades en el mercado laboral. Pero como antropóloga tengo que admitir que, durante nuestra larga ascendencia de la caza y la búsqueda de alimentos, los sexos, muy probablemente, no trabajaban juntos. Las mujeres pasaban más tiempo cultivando vegetales en compañía de otras de su mismo sexo, mientras que ellos cazaban con sus pares. El resultado es que la mayoría de nosotros no somos conscientes de las poderosas señales de romance que emitimos dentro de un mismo ambiente de trabajo.

(Continuará).

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