Melancolía nocturna

Melancolía nocturna adornada por almas errantes. La ciudad queda alumbrada por luciérnagas eléctricas donde la soledad, fría y cortante es tan anónima como tu mismo. Sus calles siempre vigiladas bajo la atenta mirada del ojo de vidrio y las estrellas ocultas tras unas nubes de alquitrán. Las aceras quedan pobladas de gente sin rumbo, adicta a los hilos del destino, buscando una mano amiga entre tanto extraño. En los callejones se cuecen turbios negocios y en las esquinas el más viejo oficio. El amanecer nunca es bello para nadie que habite aquí.La vida en la ciudad siempre es así, lejano queda el olor a limpio de los pinos, el ladrillo sustituye la belleza de los parques, grandes golosos escupen montañas de humo envolviendo a al ciudad en un calor asfixiante, la gente siente miedo, nadie esta seguro. En las calles se albergan seres de todo tipo: personas con sus propias vidas, rodeadas de un estrecho circulo de amigos. Especuladores y dandis se divierten enriqueciéndose en su salón vendiendo tu futuro al mejor precio. Arruinado el vendedor de sueños en un mundo donde prohibieron soñar. Las niñas descaradas e inmaduras roban los besos de aquellos que se atrevan a jugar. Los indigentes yacen en la acera cansados de buscar una solución. Aquí todos encuentran lo que buscan, aquí todos pierden lo que tienen.Parece que todo el mundo tenga prisa, el estrés se respira en un ambiente viciado por el perfume barato de las que juegan a ser señoras.Los escaparates nos transportan a una vida llena de lujos y de placer, pero en la realidad escasean dichos placeres. Un ambiente primaveral hacía olvidar la frialdad de la ciudad. Los niños jugaban alegres en los parques mientras que sus madres intercambiaban consejos del hogar. Paseaba con Marta aquel 21 de mayo. Todo era perfecto a su lado, sus dedos pellizcaban mi costado produciéndome una risa histérica, éramos felices, nos gustaba pasear a media mañana, cogidos de la mano, derrochando alegría por donde pasábamos. Hoy era nuestro aniversario, tras cinco años de noviazgo por fin iba a pedirle que se casase conmigo. Todo estaba planeado, una comida romántica en el “cisne dorado”, un anillo que se ajustaba a mi sueldo de arquitecto y un ramo de rosas que ella todavía no había visto, y para terminar la jornada, una agradable noche de placer en la Suite 603 del “Clemence”. Nada podía estropear aquel momento; hasta que el cielo, azul de gomaespuma se tiñó bajo el gris de un día de lluvia. El agua caía sobre su rostro, allí estaba ella, el amor de mi vida, mi razón de ser, la mano incondicional capaz de ayudarme siempre. Con una sola mirada ella sabía lo que quería, con una sola caricia le entregué una noche mi vida. Hacía tan solo un minuto que me besó, después me dedicó su preciosa sonrisa y posó un “te quiero” en mi oído , me dí la vuelta para comprar el periódico inconsciente de que a mi espalda se escribía el titular de mi vida. Ella ya estaba en el suelo, un coche que apestaba alcohol no se percató de su presencia, tardé varios segundos en comprender lo que pasaba, mi corazón se encogió y me transportó a la cruda realidad. Allí comprendí que la vida iba en serio, allí comprendí lo vulnerables que somos, allí comprendí que no comprendo nada. Entre un charco de sangre, Marta se debatía entre la vida y la muerte. Corrí hacia ella y pude captar su última bocanada de aire envolviéndome una sensación amarga. Mis lágrimas acompañaban a la incesante lluvia, de rodillas junto a ella la observé, incluso mientras caía en los brazos de la impasible muerte seguía estando bella: su suave pelo negro de terciopelo acariciaba el áspero asfalto, unos ojos de luna eclipsados para siempre, sus labios dos plumas de fuego extinguidas por un río desbordado que emanaba de su boca. Le cogí la mano y ella intentó apretarla, quiso pronunciar alguna palabra pero su sonido se perdía entre el asombro de la gente. La contemplaba, sería la última imagen que tendría de ella, su cuerpo se apagaba lentamente, ella se marchaba para siempre, ya no vendrá más a cenar, no podré volver a besarla, su risa antes jovial ahora es un sonido amargo, atormentando los días grises venideros. ¿Quién abrazará mis miedos? ¿ Quién llenará de luz mis días? ¿quién me hará sentir vivo?. Todo se quedó en silencio. En una funda de cuero se marchó para siempre. Sin trabajo, olvidado en el olvido, acompañado de una fiel soledad que nunca me abandona, renegado de un mundo que un día me acogió en sus senos y ahora me devuelve una coz. Tan desaliñado como la falda de una quinceañera, protegiendo una herida que no cerrara jamás. Tirado en una vieja alfombra y rodeado de amantes rubias con cuerpo espumoso que me amenizan las horas. Los recuerdos acarician mi cuerpo con las uñas afiladas, olvidé darle de comer a un corazón marchito que se muere de sed, todas las semanas se transforman en las de un fumador en cuaresma. Habían pasado tres meses desde el día en que murió mi musa, ningún psicólogo de la ciudad logró evadirme de la realidad. Atrincherado en mi piso, oscuro, las ventanas selladas a cal y canto por los muebles de roble que antes adornaban mi iluminaba estancia, tan solo una ventana me comunicaba con el exterior, aquella vitrina me regalaba una vista al infierno en el que ardía mi pasado. Mis amigos poco a poco se fueron distanciando, la causa sería mi cada vez más galopante excentricidad y mi pasividad ante sus consoladores consejos que llegaban a mis oídos como una brisa lejana. Estaba fumando un pitillo cuando llamaron a la puerta, seguro que es ella, llega tarde, pero no me importa… descorcho una botella de vino y la pongo en hielo, elimino una arruga en mi camisa y abro la puerta, su perfume inunda toda la habitación. Envuelta bajo una gabardina gris esconde su delicado cuerpo, se la quita descubriendo la lencería que tanto me gusta, el ruido de sus tacones improvisan un Blues, me mira y sonríe todo mi cuerpo se rinde ante ella, sus ojos tan llenos de vida hacen que me sienta aturdido y su mirada tan afilada que podría cortar. Se acerca y me abraza, me besa pero no me importa su veneno porque ya corre por mí. Soy tan esclavo de sus deseos como del roce de su piel. Sus movimientos son embriagadores, no puede perder, bebe un trago de vino y me señala con el dedo, con sutileza recorre mi cuerpo, me vuelve a besar, me empuja hacia la cama mientras la noche ilumina nuestra danza salvaje.Se viste en silencio, su sed ya sacio, sonríe coquetamente. Se abrocha el último botón mientras mi cuerpo ya está dormido, mientras las velas se fundían un portazo acompañó el eco de su adiós. Todas las noches vuelve a besarme, todas las noches vuelve a dejarme. Desperté bruscamente gritando su nombre y pude observar como Afrodita y su ejercito de ninfas seguían dominando el cielo. He vuelto a soñar con ella, cabalga por mi mente derrochando su elegancia, se abraza a mi cuerpo asfixiándome. El temible recuerdo de su ausencia abraza mi piel, solo cuando cierro los ojos consigo verla, soy vulnerable, nunca me había sentido así, el miedo es un jugador que se salta las reglas y el tiempo un aliado que muerde mis piernas. El alcohol sólo amansa mis nervios, por más que bebo más la recuerdo. Mi corazón un día se congeló, mientras que mi cuerpo suda la fragancia de mi pérdida.No merece la pena buscarle sentido al sentido, cada vez esta más lejano aquel colorido futuro que un día soñé. La muerte me sonríe y la invito a beber, es mi sicario pero me trata muy bien.Me sobrecoge una vasta sensación de abandono y pérdida, donde añoro aquel tiempo pasado en que aún era feliz, cuando contemplaba el mundo desde unos ojos que no habían conocido el sufrimiento, viviendo desde la ignorancia que nos absorbe la felicidad plena. Mis recuerdos aunque desgastados por el roce del tiempo aún conseguían mantener su imagen viva en mí. Por dentro solo hay ruinas, los pilares de mi alma se resquebrajan por la corrosión de la soledad, que me impedían ver la realidad mas allá de mi memoria.Parecía estar tan viva que hacía que yo estuviera cada vez más muerto. En cierto modo la odiaba, ella me había abandonado. Mi vida estaba destrozada desde que ella se marchó, pero este odio era un pensamiento en forma de autodefensa, una mera excusa para evadirme de su recuerdo. ¿Dónde fueron las risas que un día me envolvieron?, ¿quién tendrá ahora el perfume que corría por su pelo?, amontonados quedaron todos los “te quiero” que nunca más le diré y abandonados los abrazos en una cuneta donde fueron atropellados todos mis sueños.

Entre toda la oscuridad, una luz me hacía un guiño. Era el resplandor de la calle, una sirena de mortal canto, me atraía con fuerza feroz. Quería resistirme, pero ese fue mi error, cuanto más evitaba acercarme más me atraía, con paso tembloroso caminé hacia la vitrina, decidido a enfrentarme de cara a mis temores, una sensación de valor parecía querer animarme en mi hazaña, tragándome el orgullo que quizás nunca tuve. ¿Qué me depararía tras ella?

¿me desplomaría ante su presencia? Las dudas son tan variadas y fugaces que no puedo centrarme en ninguna de ellas, pasaban por mi cabeza, aturdiendo todos mis sentidos. Por un momento me pareció que mi mente se centraba en otra cosa, la olvide durante un segundo, aunque me sentí solo, me embargó una sensación de alivio desconocida por mí hasta entonces.

Frente a la ventana, me mantuve firme, observe la situación analizando hasta el más mínimo detalle: la acera limitaba el camino de adoquines donde los coches pasaban dejando un aroma particular. Una joven de ceñidos pantalones y figura contemporánea paseaba a dos caniches y regalaba lascivia a los viandantes; un policía intentaba dar clases de civismo al jonky de la esquina, mientras que unos enamorados buscaban la discreción de un portal para poder rozar sus labios

Frente a mí, un edificio de ladrillo fino, mostraba en la fachada indiscretos ventanales donde la gente hacía sus vidas inconscientes de mi descarada mirada. Me sentía poderoso ante esa sensación de invisibilidad, recorrí todas las ventanas fijándome en cada una de ellas. Familias felices amparadas en el calor que sólo ese ambiente puede regalar. Un soltero amansa sus deseos más íntimos con una amante que huele a plástico; mientras que una esposa infiel intenta ascender a su marido moviendo las caderas frente a su jefe. Una anciana sin gatos. Unos jóvenes de sonrisa vivaz sosteniendo unas cervezas brindan por ese día en que se olvidaron de estudiar. En el cuarto una timba de pocker ¿ilegal? no creo que a ellos les importe, y en el quinto la oscuridad reinaba en la casa, parecía estar deshabitada, transmitía una sensación de soledad y abandono, en cierto modo me identificaba con aquel extraño apartamento.

Conforme avanzaba la noche, aquel piso seguía vacío, nadie había llegado en todo el tiempo. ¿Estaría realmente abandonado? observar el edificio de enfrente con las vidas de sus habitantes hacía que mi mente se evadiera de cualquier otro pensamiento, pero lo que realmente me inquietaba era aquel solitario piso, ejercía una inexplicable reacción en mí, deshaciendo la nostalgia aferrada a mi memoria, transportándome a un mundo distinto.El sol sorprendió mi silenciosa conversación con el apartamento, mis pupilas se contrajeron ante el brillo del alba haciéndome retroceder de la posición en la que me había mantenido toda la noche, al darme cuenta de todo el tiempo que había estado observando a aquel entramado de ladrillo fino una sensación de agotamiento invadió todo mi cuerpo haciéndome caer inconsciente en la cama. Llaman a la puerta, seguro que es ella, descorcho una botella de vino y la pongo en hielo, me acerco poco a poco y abro, su perfume inunda la habitación, bajo una gabardina gris un cuerpo delicado esconde sus encantos, se acerca y me besa, un sentimiento frío me invade, vuelve a besarme pero aparto la cara, su rostro envejece por momento, donde antes había dulzura ahora sólo hay odio, sus uñas quieren desgarrar mi piel pero la esquivo, su belleza se transforma en una macabra imagen que juega conmigo. De repente salta por la ventana y se posa en el apartamento de enfrente, desde allí me sonríe, su rostro vuelve a ser joven, sus labios carnosos, rojos y sus ojos tan brillantes como siempre, levanta el puño y veo como mi corazón late en él, antes de saltar me lo arrebató de un mordisco, ¿qué quieres de mí? Grité con una voz ahogada, pero ella sólo sonreía cada vez más alto, se burlaba de mí estupidez, de mi vagancia, se reía de mí, intenté alcanzarla pero al saltar mi cuerpo se precipitó al vacío. Desperté nadando en un charco de sudor, aquel sueño siniestro me devolvió al infierno de mi origen, ella seguía volando en mi mente, desgarraba mi cerebro con su hacha mortal, pero algo me llamaba realmente la atención, era la presencia del apartamento de enfrente en mi sueño, ¿Qué relación habría entre él y Marta?, ¿qué extraña magia ejercía aquel cuchitril de paredes mustias sobre mí? ni siquiera lo había visto por dentro, ni tenía noticias sobre sus inquilinos, quizás nunca los tuvo, o quizás alguna vez estuvo lleno de vida pero un día el destino se las llevó a otro lugar lejano, mi interés sólo apuntaba a ese edificio, deseaba que llegara de nuevo la noche para poder volver a observar las distintas vidas que en él habitan.

La curiosidad es una sensación bastante lejana a lo que yo sentía, clasifiquémosla como obsesión. El día transcurría con una lentitud irritable, sentado en un rincón mirando al vació, un cenicero lleno de colillas contra la ansiedad, la radio apagada por temor a que sonara aquella canción que siempre me recordaba a ella, envuelto en una vasta sensación de desamparo, resquebrajando las paredes con las uñas, contando las telarañas de mi corazón y escuchando el incesante tictac de aquel reloj que un día se paró.

Por fin, la noche me acarició con su suave manto. Me levante nervioso como un colegial aquel primer día de colegio, corrí hacia la ventana, esta se había transformado en mi cordón umbilical con el exterior, me alimentaba con imágenes vivas, la realidad reinaba fuera de las paredes, pero el infierno seguía ardiendo allí fuera.Me centré en el edificio, parecía algo distinto a la noche anterior, la anciana desgastaba el tiempo cosiendo calcetines para los nietos que nunca tuvo. Una familia veía la televisión abrazados los unos con los otros formando un ambiente familiar envidiable por cualquier película americana. El solterón seguía embistiendo a su amante de goma, mientras que una llamada extraña delató a una infiel esposa. La partida de pócker terminó hace unas horas. Los jóvenes se consumían con una mirada marcada por los estupefacientes, y en el quinto… oscuridad plena, tal y como había quedado la noche anterior, seguía tan vacío como la iglesia en día de partido, su interior, una balsa de aceite dónde nadaban los ángeles de la ausencia. Con la vista fija seguía mirando aquella escena de un solo acto, aquel espectáculo sin luces, ni música incitante, proporcionándole a mi cuerpo el aliciente que tanto ansiaba, transportando mi mente a mil kilómetros de aquí, jugando a imaginar su pasado y futuro. Parecía tan vulnerable que me sentía en la obligación de protegerlo. Si un día se incendiase yo iría a apagarlo, si los ocupas invaden su suelo y llenan las paredes de pintadas contra el estado, yo los echaría y embalsamaría sus heridas, le daría capas de pintura y lo dejaría tan guapo como él se merece. No permitiré que nadie le haga daño. Pasaron dos meses y yo seguía cuidando del apartamento, con el paso de los días nos habíamos hecho cada vez mas amigos, él vela por mí y yo cuido de él, dependemos el uno del otro, convivimos en un estado de simbiosis total, yo evado mi mente y él se siente lleno con mi mirada. Noto cómo me habla, cómo agradece toda mi atención, lo acaricio con ternura, lo beso, le hago el amor en lo más intimo de mi pensamiento, él me ama, me lo dice todas las noches, sin mí, él estaría perdido, sin él, yo estaría perdido.Con su compañía, el tormento que me había acompañado meses atrás había desaparecido, el baúl de mis recuerdos cada vez estaba más vacío, gracias a él era un hombre libre y a la vez encadenado a sus encantos. Pero entre él y yo el infierno seguía ardiendo, era la única barrera que quedaba de mi pasado, un muro bien apuntalado, resistente e infranqueable. Una noche ocurrió algo completamente inesperado. La oscuridad que había acompañado al apartamento durante meses se vio abatida por una tenue luz y por la presencia de una persona, se trataba de una mujer, pero sus rasgos eran tan familiares para mí que mis piernas temblaron amenazando con tumbarme. La cabeza de aquella desconocida estaba adornada por un cabello negro de textura suave que se deslizaba por su cuello hasta la altura de los hombros, sus ojos recordaban la belleza que un día rodeó a Cleopatra, en sus boca dos mariposas se posaban intentando aspirar el néctar que brotaba en ella, su sonrisa era como una alineación de estrellas capaz de iluminar al más sombrío de los corazones, largas y perfectas eran las piernas que surgían de unas caderas sinuosas. Estaba ante un espejismo, aquella persona era Marta, mi corazón quería saltar al vacío y mi cuerpo empezó a segregar sudor en cantidades inconcebibles. Desde aquí me llegaba su perfume, no había duda, era ella, había vuelto para gastarme una broma pesada, cuando por fín la había olvidado, ella decidió regresar y darme una patada. Su gesto mostraba una sensación de superioridad, de victoria. Se había saltado todas las reglas, regresó solo para arrebatarme la armonía y destruir mi apreciado apartamento. Sal de mi vida ángel infernal, reina de los sueños rotos, cruel mano que teje mi destino bordando espinas en una rosa podrida, esta vez no se trataba de un sueño, era ella, no había duda, la realidad a veces es de papel y el papel siempre corta. Me senté intentado analizar una situación tan extraña como yo mismo, podía oír al apartamento pidiendo auxilio, aquella presencia quemaba sus paredes y enmugrecía su moqueta, estaba consumiéndose ante la presencia del pasado en persona. No pude resistirlo, me levanté impasible y con el corazón a cien por hora corrí escaleras abajo con intención de volver a abrazar a mi amada, cada peldaño que daba sentía como la victoria se apoderaba de mi cuerpo, un escalofrío envolvía mi cerebro pero la ansiedad por volver a sentirla lo descongelaba y me empujaba hacia la calle. Al abrir la puerta puse un pie en la acera, me sentía extraño, llevaba meses sin salir, el infierno no es tan malo como lo pintan si estás motivado. Cegado por mi pasional intención, corrí hacia el edificio. De repente un pitido profundo marcó el principio del fin, algo me embistió desencajando todos mis huesos. Allí me hallo, tendido en el suelo, inmóvil. Es mi degradación final, la gente se agolpa, un manto rojo se abre camino calle abajo, desde mi posición miro hacia arriba, allí estaba ella, asomada a la ventana, sonriendo, tan bella como siempre, la miro, me mira, no tengo miedo, pronto abrazaré el cuerpo de mi amada.

-FIN-

1 comentario en «Melancolía nocturna»

  1. Muy ingenioso tu relato, sí. Me atraen mucho las descripciones que haces, el lenguaje poético -«el miedo es un jugador que se salta las reglas» o «la realidad es a veces de papel y el papel siempre corta»-.
    Una forma de aliviar el dolor, sí, algo trágica, pero es una forma que muchos -por desgracia- adoptan. Me alegra que sigas escribiendo tan constantemente. Espero tu próximo relato.

    Saludos.

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