Los Elegidos 7 (Muñeca de vuelta)

     Desviando la mirada, clava sus ojos en el llavero que pegaba en la pared con un solo juego de llaves… se dirige despacio hacia el, alzando la mano trata de tomar las llaves, pero al momento una voz la hace volver la vista…

          Niña, Cindi. -era Lupe, la adolescente sirvienta de tan solo diecisiete años,

tristemente ante ella- Le vengo a entregar esto.

– ¡Priscila! –casi gritando de alegría- Hace tanto tiempo que no la veía. ¿Dónde estaba? –toma la muñeca en sus manos- ¿Cómo la encontraste? Siempre fue el juguete preferido de las dos.

– De las tres. –dice triste la sirviente.

– ¡Oh! nunca supe que a ti también te gustara.

– Usted no lo supo, pero ella si. Tanto que me la obsequio.

– ¿Cómo? –dice con extrañeza- ¿Candy te la regalo? –abraza la muñeca- Entonces tómala, es tuya.

– No. Mi tía me lo prohibió y por eso ahí la tiene. Ahora es suya.

La sirvienta sale apresurada del despacho con los ojos llorosos.

     Cindi aún permanecía ahí con la muñeca, admirándola, sonriendo con ella. Le oprime con sus dedos el estomago al juguete y al instante la muñeca pronuncia:

 

Hola, soy Priscila.

Seremos las mejores amigas por siempre.

 

     Estás últimas palabras las pronuncia al unísono con la mona y luego ríe tiernamente  abrazándola mientras por sus mejillas escurrían cristalinas lágrimas.

     Volvía a tener entre sus brazos aquel juguete consentido que solían compartir las dos hermanas cuando eran unas pequeñitas inocentes. En realidad, Priscila fue un regalo que sus padres le dieron a Candy cuando ésta se enfermo de viruela, pero que compartían las dos como si fuera de ambas.

      ¿Por qué su hermana regalo a Prisci a Lupe, la sirvienta, y no a ella que era su hermana? y más aún que sabia que le encantaba. ¡Claro!, a Lupe también le encantaba, pero nunca tendría el dinero suficiente para comprar una igual. Pero que más da ya, si ahora ella la tenía y jugaría con ella hasta hartarse. Como solía hacerlo de niña junto a Candy.

     Priscila, la muñeca amiga, la única extraña que conocía los secretos de las gemelas. Con la que platicaban y jugaban a vivir, jugaban a convivir con gente diferente. Aunque en realidad ni siquiera las gemelas lograron  conocerse tan bien entre ellas.

 

Continuará…

 

Autor: Martín Guevara Treviño

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