Los Elegidos 8 (Gemelas confundidas)

II

 

     Lentamente acomoda a Priscila sobre el escritorio y después se dirige hacia el llavero y con decisión toma el juego de llaves disponiéndose a salir de ahí a toda prisa, pero se topa con su madre frente a frente en el umbral del despacho, con tal sorpresa las llaves caen de su mano ante los pies de Brianda.

     – ¡Esa habitación no se abrirá, más!

Reprende furibunda la joven madre ante su hija que se había quedado con el semblante pálido y la mirada fija.

     – Perdón, mamá.

     – No insistas en abrir la herida

En ese momento llega hasta ahí la joven e inoportuna sirvienta.

     – Niña Cindi –dirige su vista hacia Brianda- Disculpe, señora. No sabia que ya 

     estaba aquí.

     – ¿Quién es? –pregunta Cindi.

     – la joven Susana.

     – Dile que voy en seguida.

     – Si niña, con permiso.

La sirvienta se retira. Madre e hija vuelven a mirarse.

     – Voy a salir, mamá. Cenare en casa de Susy, así que no me esperen.

La chica se disponía  a retirarse pero la voz de su madre la detiene.

     – Cuídate mucho, Candy.

La joven voltea a mirar a Brianda, con los ojos fijos.

     – Aún soy Cindi, mamá.

La madre cierra los ojos inclinando la cabeza, mientras la joven se retira.

     Brianda se sentía mal, extrañaba demasiado y de manera enfermiza a su difunta hija, que sin saber, dañaba los sentimientos de su otro fruto.

     Dirige la mirada a la muñeca que se encontraba sobre el escritorio y la toma en sus manos, acariciándole sus largos cabellos de hilo.

– Solo tú la conocías en realidad –platicaba con la muñeca.                                *                                       

 

 

Continuará…

 

Autor: Martín Guevara Treviño

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