Libros que leí y me gustaron (Parte 115)

Te recomendamos una serie de novelas entre las cuales los lectores podrán pasear por aventuras tristezas, reflexiones y una serie de memorias que nos ayudaran entender un poco más la historia y a mejorar como personas.

Los abandonados
Luis Mey – Factotum Ediciones
Maxi, el músico, tan joven y tan viejo. Adorable y aborrecible, May conoce al éxito a la manera de Andy Warhol: en una ráfaga. El humor y el sexo se cruzan en la novela. El sexo como venganza, el humor para tolerar las carencias.

Las cadenas de la ilusión
Erich Fromm – Paidos
Una autobiografía intelectual que explica el génesis del pensamiento en uno de los filósofos más importantes del siglo XX. La influencia de Marx y Freud es indiscutible y Fromm habla de las enseñanzas de estos dos grandes pensadores.

La Fiamma. Vida de opera
Jorge Paolantonio – Del Dragón
El autor traza un fresco de al Argentina a principios del siglo XX y del mundo de las antiguas compañías. La vida de Franco, estructurada como una opera y que lleva a los lectores desde la obertura al final con un ritmo imparable.

Ven, sé mi luz
Madre Teresa – Planeta
“Las cartas privadas de santa de Calcuta”. Madre Teresa se ha convertido en un icono de la caridad y la compasión. En este libro se recopilan las cartas que envió a sus confidentes, en su mayoría inéditas, durante sesenta años.

Ramaje
Dudley Pope – Edhesa
Pope se remonta al año 1796, cuando Horatio Hornblower es un prometedor teniente de navío, y el joven Ramaje se ve de pronto al mando de la fragata “Sibella”, al morir todos sus superiores a manos de los franceses.

5 comentarios en «Libros que leí y me gustaron (Parte 115)»

  1. Novela nueva: Bailacadabra

    Editorial: Factotum ediciones

    Título: Bailacadabra

    Autor: Carlos Torres Tangarife

    Género: Novela (narrativa colombiana)

    ISBN: 978-987-24579-1-4

    Páginas: 218

    Precio: $34

    Reseña:

    «La vecina que vive en el departamento de arriba tose, tose y tose. ¡Caof!, ¡caof!, ¡caof! No puedo dormir, y no la culpo. Mi mujer, por el contrario, duerme tranquila, como si mañana no fuera a pasar nada en su vida. Boca abajo y aplastando la almohada, oigo su respiración lenta y por el borde del ojo veo el movimiento del ventilador del techo. La vecina tose. Hace calor y mis axilas están húmedas. El reloj de pilas alumbra y no quiero ver la hora. Todavía falta bastante para que sean las ocho. A esa hora, mi mujer y yo saldremos rumbo a la clínica. La van a operar; me emociona saber que estas son las últimas horas de sus senos pequeños.

    En adelante los días serán distintos. Pronto la relación estrenará pechos. Es difícil reconocerlo, pero ya es necesario un cambio. Un verdadero cambio. Mi mujer y yo estamos aburriéndonos; por lo menos, yo siempre encuentro lo mismo en ella. Jamás le dije “tus tetas no me gustan”, pues soy conciente que no tengo derecho a reclamarle que se cambie el cuerpo. La conocí así, sin nada al frente. Cuando me dijo que estaba pensando en ponerse unos implantes, que con ellos se sentiría más segura de sí misma, decidí apoyarla. Advierto: ella sola tomó la decisión. Se sometió a unos exámenes y todo salió bien. Ayer nomás se las pagué con el dinero que ahorré durante un año para ir de vacaciones a la costa».

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