Grandes filósofos de la historia: René Descartes (parte III)

Descartes duda de todo. Al decir esto hay que incluir a toda la teología medieval. Dudó del aristotélico tomismo, de las verdades evangélicas, de la inquisición, hasta dudó de Dios. Si tenemos en cuenta que este filósofo se encontraba en 1637 y lo habían quemado a Giordano Bruno, hay que decir que fue un pensamiento totalmente revolucionario.

Preocupado, Descartes va a Holanda (en ese entonces todavía uno podía pensar libremente en ese país), y ahí es donde, de todas las dudas que le surgen, reflexiona si realmente existe o no Dios.  

El dilema con el que se encuentra es que si existiera un Dios, ya no podríamos seguir razonando más allá de esta primera verdad recién descubierta (“yo pienso”), ya que todo lo que pensáramos podría ser falso. Por lo tanto, ante la necesidad de poder fiarse de su razón, trata de demostrar la existencia de un Dios (Lo hace público en la cuarte parte del Discurso del Método).

Una vez demostrada la existencia de un Dios, le queda demostrar su bondad. Para ello equipara la verdad a la perfección, y la mentira a la imperfección: como Dios es perfecto, tiene que decir la verdad, por lo que es Bueno.

Y finalmente, afirma que el mundo está compuesto por 3 sustancias, a cada una de las cuales asigna un atributo: a Dios, la Infinitud, ya que no tiene ningún límite; al Alma, el Pensamiento, ya que no deja de producir ideas; y al Cuerpo, la Extensión, ya que es tridimensional y ocupa un volumen.

 

(Continuará).

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