Epístolas. Capítulo 2

Queridísimo señor L.M.C

Recibí su carta hace apenas dos días y la verdad es que el hecho de leer lo que usted ponía no ayudó en nada a que encontrara calma. Mas bien consiguió usted intrigarme todavía más de lo que estoy. No consigo dormir por las noches, víctima del sinfín de hipótesis que me embargan en estos momentos. Son muchos los años de amistad los que me unen hacía su persona, mas le diré que me parece un acto cruel y malintencionado tener en vilo a tan viejo amigo como lo soy  para usted. Mi esposa anda algo malhumorada al verme perder el tiempo mirando a las musarañas y algún susto se ha llevado la pobre infeliz cuando me ha pillado andando a hurtadillas a altas horas de la noche comentando para mí y en voz alta un sin fin de teorías. He intentado explicárselo pero dada la gravedad del asunto, creo conveniente mantenerla apartada de todo y dejarla experimentar la sutil idea de que su marido ha alcanzado un estado senil desproporcionado. La cuestión es que no aguanto más esta situación y he mandado preparar un carruaje para partir de inmediato hacia su lado, donde entre los dos podremos esclarecer el asunto. De todas formas, le voy a permitir a usted el derecho a explicarse de nuevo, por lo tanto, teniendo en cuenta que esta carta llegará a usted en un plazo de dos días, y tardará otros dos días en regresar a mi domicilio en el caso que usted conteste, tendrá un plazo de cinco días, pasado este tiempo, si su respuesta es inexistente o insuficiente para mí, partiré de inmediato hacia su ciudad. Espero que comprenda esta serie de medidas, pero es que la situación es inaguantable.

Atentamente M.C.F.
16 de febrero 1832

1 comentario en «Epístolas. Capítulo 2»

Deja un comentario