El viaje de Saramago (parte 4)

Se dice que siempre hay un antes y un después: la aparición en su vida de Pilar del Río, a la que conoció hace más de veinte años cuando ella se encandiló con el personaje de Glimunda, que aparece en el libro Memorial del convento, y decidió ir a entrevistarlo a Lisboa; la ilusión y la sorpresa de poder habitar la Casa de los Picos, un edificio emblemático de Portugal, que será la sede de la nueva fundación; la salida de una grave enfermedad, cuando hace apenas unos meses parecía que se despedía de la vida, mientras su mujer le repetía, ganaremos la primavera.

—Hay una especie de aceptación, que no es resignación, pero conociéndome como tengo la obligación de conocerme, yo creo que cuando el momento llegue, no llegó esta vez pero llegará, siempre tiene que llegar, lo aceptaré, sin más…

Nada más salir del hospital, continuó trabajando en el libro que acaba de publicar, casi un cuento, inspirado en el viaje de un elefante que en el siglo XVI fue conducido desde Lisboa hasta Viena como regalo de los reyes de Portugal a Maximiliano de Austria.

—Eh… digamos en el fondo, El viaje del elefante, este libro, me ha confirmado en una idea, es que no podemos hacer mucho por nosotros. Yo creo que noventa y cien por cien, pongamos noventa por cien, de lo que es la vida nuestra lo han hecho los demás, el sistema de relaciones que mantenemos a lo largo de la vida y que va cambiando y todo eso, es lo que… es, digamos, una parte importantísima de lo que somos y de lo que hemos llegado a ser.

Hay algo, dice Saramago, que nos mantiene vivos, y ese algo es la memoria que precede al olvido. Pero a veces el olvido se vuelve caprichoso, como la vieja aldea de Azinhaga y los instantes recuperados de una infancia ya tan lejana, como esa cama de los abuelos, recuperada con el paso del tiempo. De un modo u otro, el viaje de un elefante siempre será fatigoso, aunque al final siempre acabemos llegando adonde nos esperan.

—Como yo no he deseado nunca nada, no va a ser que ahora voy a empezar a decir, ah, voy a querer eso… no. Lo que venga. Lo que venga. Y sobre todo, lo que yo quiero… que venga… que lo nombran: tiempo, tiempo, vida…

 

El reportaje termina con este recorrido por la vida más personal del escritor, con su relación con Pilar y con su estado de salud. Cuando publicó el último libro, leí en una entrevista que, según el propio autor, en toda la novela es inapreciable la marca del antes y el después de esa grave enfermedad. Yo he de decir que es completamente cierto, como muchos también habrán podido comprobar, y el autor es tan transparente en el relato, que se limita únicamente a narrar los sucesos y sus correspondientes y oportunas reflexiones, pero en ningún momento menciona haber estado, como dijo Saramago en aquella entrevista, “entre esto y aquello, más cerca de aquello que de esto”. Ojalá el tiempo, eso que tanto pide al final del reportaje, le de la vida que desea. Yo le daba otros veinte años, se los merece. Pero el tiempo dirá.

Hasta aquí, pues, el asombroso Viaje de Saramago. Les remito al vídeo original, pinchen aquí y véanlo. Merece la pena. Ha sido un placer hablarles de este gran escritor, que sin duda alguna será recordado dentro de muchos años.

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