El hombre de arena y el amor ciego

Hoffmann es uno de los grandes escritores alemanes que se dedicó a la redacción de cuentos fantásticos. Quizás, el más conocido de ellos fue El hombre de arena en donde habla de los temores de la infancia y de un amor ciego.
Nathanaël se queda sin su padre durante su infancia y entre sus recuerdos se confunde la leyenda del hombre de arena (que tira arena en los ojos de los chicos para hacerlos dormir o para arrancárselos, según otras versiones) con un amigo de su padre –Coppelius-, quien siempre fue muy violento. Este siniestro personaje compartía con el padre de Nathanaël la afición por la alquimia.

Con el paso de los años, Nathanaël crece pero su recuerdo del malvado Coppelius lo persigue. En ese entonces abandona a su novia para enamorarse de la hija de Spalanzani (un célebre físico), llamada Olimpia. Por otra parte, el ayudante de Spalanzani, llamado Coppola, cuenta, según él, con un gran parecido con Coppelius.

“Al día siguiente daba Spalanzani una gran fiesta con concierto y baile a la que estaba invitada media universidad. Se rumoreaba que Spalanzani iba a presentar por primera vez a su hija Olimpia, que hasta entonces había mantenido oculta, con extremo cuidado a las miradas de todos. Nathanaël encontró una invitación y, con el corazón palpitante se encaminó a la hora fijada a casa del profesor, cuando empezaba a llegar los carruajes y resplandecían las luces de los adornados salones. La reunión era numerosa y brillante. Olimpia apareció ricamente vestida, con un gusto exquisito. Todos admiraron la perfección de su rostro y de su talle. La ligera inclinación de sus hombros parecía estar causada por la oprimida esbeltez de su cintura de avispa. Su forma de andar tenía algo de medido y de rígido. Causó mala impresiona muchos y fue atribuida a la turbación que le causaba tanta gente.
El concierto empezó. Olimpia tocaba el piano con una habilidad extrema, e interpretó un aria con voz clara y penetrante que parecía el sonido de una campana de cristal. Nathanaël estaba fascinado, se encontraba en una de las últimas filas y el resplandor de los candelabros le impedían apreciarlos rasgos de Olimpia. Sin ser visto, sacó los lentes de Coppola y miró a la hermosa Olimpia. ¡Ah!… entonces sintió las miradas anhelantes que ella le dirigía, y que a cada nota le acompañaba una mirada de amor que lo atravesaba ardientemente.”

A pesar de que nadie pensaba que la joven era bella y perfecta, Nathanaël se lucía con ella en los bailes de salón. Al fin, él mismo descubre que su amada era una muñeca de madera animada. Esto lo lleva a una locura completa.

El autor de este relato une dos elementos totalmente diferentes: el primero es la figura de Coppelius, sus experimentos alquimistas y la vida secreta de los padres, y el segundo elemento es el mundo de los autómatas. Estos elementos comparten un elemento en común, los ojos, que tienen en el cuento un rol fundamental.

Nathanaël es un narcisista perdido que encuentra en su amada un gran grado de aceptación y lo más importante para él, su silencio:

“Nathanaël sacó de los lugares más recónditos de su escritorio todo lo que había escrito: poesías visiones, fantasías, novelas, cuentos y todo esto se vio aumentado con toda clase de disparatados sonetos, estrofas, canciones que leía a Olimpia durante horas si cansarse. Jamás había tenido una oyente tan admirable. No cosía ni tejía, no miraba por la ventana, no daba de comer a ningún pájaro ni jugaba con ningún perrito, ni con su gato favorito, ni recortaba papeles o cosas parecidas, ni tenia que oculta un bostezo con una tos forzada, en una palabra, permanecía horas enteras con los ojos fijos en él, inmóvil y su mirada era cada vez más brillante y animada. Sólo cuando Nathanaël, al terminar, cogia su mano para besarla, decía:
– ¡Ah! ¡Ah! Y luego: . Buenas noches mi amor.
– ¡Alma y sensible y profunda! – exclamaba Nathanaël en su habitación. –Sólo tú me comprendes.»

Este artículo cuenta con fragmentos de El hombre de arena, de Hoffmann

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