Brujas Infiltradas (40 A diestra y siniestra)

El presbítero se limitó a escucharme, no pronunció palabra pero en su mirada mostró que ya maquinaba algo para tal situación, algo que no se atrevió a comentar. Nos despedimos sin más y me dirigí a la tienda de vinos. Todo el camino medite sobre el asunto, mi cuerpo experimentaba un frio que recorria mi humanidad.

*

   Tras el mostrador de la tienda  pasé la mayor parte del día, atendiendo a la clientela, Don Tereso  platicaba de los acontecimientos recientes.

   —Con la humedad de estas lluvias descomunales, el suelo se partirá en dos. —se santigua el viejo—. Parece que los tiempos vuelven. Dios no lo quiera.

   —¿Qué tiempos? ¿A qué tiempos se refiere Don Tereso?

   El viejo me mira a los ojos como escrutando mi ingenuidad o dudando de mi desconocimiento, al momento que entra por la puerta de la calle una joven, se trataba de aquella mujer rubia y silenciosa. La joven de cabellos de luz.

   —Los tiempos de las brujas —prosiguió el anciano—. Toda la vida he rogado por que no vuelva esa época que estuvo apunto de aniquilarnos.

   Me quedé sin palabras, despaché al viejo Tereso su botella de tequila y se marchó del establecimiento. Con la mirada busco a la joven mujer, entre los estantes, dirección a los baños y nada. Salgo del mostrador y me dirijo a la banqueta buscando a lo largo de la calle, no se ve por ningún lado, desapareció en un instante. Una mujer regordeta salía del local de enfrente donde anunciaban la lectura de cartas y tarot.

Continuará…

Autor: Martín Guevara Treviño

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