Análisis de Juegos de la edad tardía (parte 9) – Personajes secundarios y comparsa

Existe un grupo de personajes secundarios que ejercen una función determinante en la novela, pero que no son los pilares sobre los que se sustenta la trama: se trata de personajes como el tío Félix, Angelina, don Isaías, la Suegra, Alicia y Elicio.

El tío Félix es un hombre que ha enloquecido por confiar todos sus conocimientos a los tres libros de la sabiduría, y que muere de locura al igual que don Quijote. Su característica fundamental es el afán, que no es sino la capacidad que mueve a una persona a pensar de sí misma que sería buena en cualquier profesión (buen albañil, buen policía). Es, también, el dueño de un kiosco, como el señor Emilio, un personaje real de la infancia del autor, que tenía un kiosco donde vendía novelas policíacas y de amor, además de cambiar tebeos.

Don Isaías es el que se conoce desde el principio de la novela como “el demonio”, quien le regaló al tío Félix los libros del saber. Su función es la de cerrar la trama central de la novela al explicar, en el capítulo 24, por qué se fijó en Félix Olías. Según el profesor Joan Oleza (1993), este personaje guarda una estrecha relación con el galdosiano Augusto Miquis de La desheredada.

Angelina es la esposa de Gregorio Olías, una mujer conservadora que se dedica en exclusiva a coser y guardar la casa, pero que tiene un papel determinante en la vida de Gregorio y, por tanto, en la trama de la novela: su matrimonio supuso que durante veinticinco años Gregorio Olías dejase de soñar con ser un triunfador y se despidiese de sus composiciones juveniles.

La suegra es un personaje cervantino y humorístico, que el narrador trata irónicamente como una viuda que sólo sabe recordar a su marido como si fuese un héroe y que considera que las fiestas son para las pelanduscas, pero que sin embargo disfruta en la verbena de un pase en el tiovivo.

Alicia también juega un papel importante en la vida de Gregorio: es su primer amor, un amor platónico que le hace ver el mundo de un modo diferente, un amor platónico como el de don Quijote hacia Dulcinea.

Y por último, el niño con dientes de ratón, Elicio, es el inventor de Augusto Faroni, para acto seguido fugarse en una motocicleta con la amada de su amigo y reencontrarse muchos años después en la verbena, encuentro éste que sirve para empezar la resurrección del personaje de Faroni.

Finalmente, en la última escala de los personajes está la comparsa, que son personajes que no desempeñan un papel fundamental, decisivo para la trama de la novela, y son el detective Antón Requejo —que le tiende una emboscada a Gil para obligarlo a irse de la ciudad—, el jefe de Requena y Belson —un hombre que viste de negro y habla siempre en latín, como si fuese un alto cargo eclesiástico—, Marilín —de quien se enamora imaginariamente Faroni como don Quijote de Dulcinea— y el caudillo, que es Franco y que sólo se nombra porque la mañana del 4 de octubre va a hacer un desfile por la ciudad.

 

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