15 de septiembre, ¿vida o muerte?

Hoy se ha planteado esa pregunta una porción bastante importante y grande de la población de este país. La pregunta que siempre ronda las cabezas de los niños cuando se acerca, y también cuando pasa, esta fecha traidora. Todos preguntan “¿Por qué tan pronto?”, o “¿Por qué yo sí y ellos no?”, o, simplemente, replican “una semana más, al menos, por favor”. Esto suele pasarles a todos los estudiantes de educación secundaria y de educación primaria, que empiezan hoy el nuevo curso académico, apellidado por todos 2008/2009.

Sin embargo, no todos los alumnos de estos cursos sienten miedo, o asco, o pereza, o desinterés por este día. Hay algunos, generalmente los menos, que deseaban que llegara este día para volver a pisar lo que, a su juicio, era el paraíso. Niños que han echado de menos la escuela durante estos tres meses de verano. Niños que no han hecho más que esperar que volviera el quince de septiembre para iniciar un nuevo curso académico. Esos, no obstante, son los menos.

Ha sido hoy un día, para la mayoría de estudiantes, algo triste, pero no por ningún suceso desfavorable para nuestra vida, sino porque ahora tendrán que volver de nuevo a sus libros de Lengua y Literatura, a sus cuentas de Matemáticas, a sus problemas de Física y Química los más mayores, a sus lecciones de Geografía e Historia. Pero todos, sin embargo, viven, todos han pasado la “mala” racha de volver a pisar un aula, y todos se encuentran, seguramente, sanos y salvos en sus respectivas casas, o, incluso, en las casas de sus mejores amigos. Porque no se han parado a pensar en eso. Los más mayores no tienen ese problema, pues en cuarto curso de secundaria, con quince o dieciséis años, salen por las noches los fines de semana, o se ven por las tardes. Pero los más pequeños, de ocho, nueve o diez años, no se ven tanto como los otros, pues dependen, por lo general, de sus padres para poder acordar una cita con sus amigos. De modo que la “vuelta al cole” que tanto les apena, ha significado algo bueno para ellos.

Para los que deseaban entrar de nuevo en la escuela y volver a estudiar, que no son muchos, hoy ha sido un buen día. Habrán llegado a casa y, con las mismas consecuencias que el día de hoy habrá tenido para sus compañeros –los que no querían volver a la escuela–, estarán en pleno almuerzo y contándoles a sus padres qué tal ha ido su primer día de clase, cómo es el profesor nuevo, cómo son los nuevos compañeros…

Para los de secundaria, entre los cuales tengo el honor de contar con un hermano pequeño, el día les ha significado pereza, pero, no obstante, han sabido llevarlo como es debido y lo único malo que habrán hecho será quejarse por los profesores nuevos que les haya tocado. Pero todo ha salido bien, todo marcha en condiciones, y mañana será un día decisivo para poner nuevo nombre a la nueva vida que se les abre.

Dentro de una semana, día veintidós, dará comienzo el curso académico para los más mayores, los bachilleres. Éstos sí que se sentirán perezosos ante las nuevas perspectivas, sobre todo los de segundo curso, que tienen un desafío pendiente en junio. Esperaremos a ver qué pasa.

Pero no se acaba el mundo, ténganlo en cuenta los bachilleres, ténganlo en cuenta los estudiantes.

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