Un quinto de lustro. (a magui)

Ignoraba el momento de su llegada

Desconocía el cuerpo que la traería

No imaginaba ni siquiera su semblante

Ignoraba el cómo y el cuándo del encuentro

Pero intuía su placentera certidumbre.

No sabía si en sus manos traería

Mariposas, acuarelas o verdades

Ella no sabía tampoco de mis manos,

Si vendrían dibujando algún paisaje

Danzando bajo el fuego de los sueños

o silbando las mismas cantinelas.

Fue la noche quien marcó nuestro pasaje

Con misteriosas campanadas de silencio

Anunciando que ese era el camino

Y que en el suave instante del encuentro

Su cuerpo se vería con mis manos

Y mi sueño rozaría su semblante

para girar sobre la noches desnudas

y esbozar sus metáforas de fuego.

Supimos desde ahí ganarle al tiempo

Bailar sobre el péndulo cansado

De un reloj que empezamos a olvidar

Por que en un cerrar y abrir de almas

el almanaque perdió todas sus hojas

y caminamos dos otoño amarillos

sin que las flores pierdan su alegría.

Entonces ahora que conozco su semblante

Y ella sabe los secretos de mis manos

Llenaremos las copas con buen vino,

Nos miraremos como la primera vez lo hicimos,

Beberé de sus labios excitados

Y lo demás será nuestro secreto

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