Textos para el Alma: Sexo milenario (parte II)

Nuestros antepasados más remotos iniciaban sus experiencias sexuales a edad muy temprana mas las jóvenes sólo conseguían quedarse embarazadas cerca de los veinte años.

Las mujeres tenían un hijo cada cuatro años, período natural de esparcimiento entre un nacimiento y otro en la raza humana.

Las mujeres tenían muchas ayudantes para cuidar a los niños, como por ejemplo las primas y tías. Cuando las madres salían a trabajar, es decir, buscar comida (de la misma forma en que las mujeres trabajan fuera de la casa hoy día, entregaban a sus hijos al cuidado de otras.

En la estructura de la sociedad de la época, las mujeres eran tan poderosas como los hombres, tan sexuales como ellos (se las consideraba sexuales aún después de la menopausia), y el erotismo estaba enraizado en sus vidas, en sus mitos, leyendas y jugos.

En la vida diaria de esos tiempos había toda clase de simbolísmos eróticos. En América del Sur, por ejemplo, para las mujeres que trituran mandioca, el mortero todavía es considerado la vulva femenina mientras que la maza para machacar la raíz representa el pene masculino. Sexo y romance formaban parte del día a día.

El gran cambio en la forma en que mujeres y hombres se relacionan entre sí tuvo lugar cuando se comenzó a cultivar la tierra, cuando nuestros antepasados se establecieron a lo largo de las planicies de la Media Luna Fértil, en Oriente Medio, 8 mil años a.C.

Con la invención del arado, los pueblos se instalaron en las tierras y la mujer perdió su antigua función de buscadora de alimentos. Así, perdió su independencia económica y su papel principal pasó a ser el de generar hijos: pequeños agricultores, con pequeñas manos que ayudaban a recolectar vegetales.

Por otro lado, el papel del hombre se hizo mucho más importante.

(Continuara).

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