Textos para el Alma: Recuerden su humanidad (parte II)

«Las armas nucleares sirven para evitar todo tipo de guerras». ¿Cuántas guerras más hacen falta para refutar este argumento?  

Decenas de millones han muerto en las muchas confrontaciones bélicas que han tenido lugar desde 1945. En usa serie de ellas, han estado directamente implicados algunos estados nucleares. En dos fueron realmente derrotados. El hecho de tener armas nucleares no les sirvió para nada. No hay pruebas de que un mundo sin armas nucleares vaya a ser peligroso. Por el contrario, sería, sinceramente, más seguro.

Nos dicen que la posesión de armas nucleares (en algunos casos, incluso la prueba de estas armas) es esencial para la seguridad nacional. Pero este argumento pueden sostenerlo otros países también. Si los militarmente poderosos necesitan armas nucleares para su seguridad, ¿cómo puede uno negarle la seguridad a los que están verdaderamente inseguros?

La actual política nuclear es una receta a favor de la proliferación. Una política a favor del desastre. Para evitarlo (en bien y a favor de la humanidad) tenemos que deshacernos de todas las armas nucleares. Lograr este objetivo llevará tiempo, pero nunca lo alcanzaremos si no empezamos. Algunos pasos esenciales en pos de la consecución se pueden dar ahora.

Hago un llamado a las potencias nucleares para que abandonen la manera de pensar perimida de la Guerra Fría y vuelvan a empezar.

Mi segundo llamado es para mis colegas, los científicos. Ellos están haciendo un trabajo fundamental, ampliando las fronteras del conocimiento, pero a menudo lo hacen sin pensar mucho en el impacto que su trabajo produce en la sociedad. Preceptos tales como «la ciencia es natural» o «la ciencia no tiene nada que ver con la política», todavía prevalecen. Son remanentes de la mentalidad de torre de marfil, aunque la torre de marfil fue demolida por la bomba de Hiroshima.

¿Los científicos deberían trabajar en el desarrollo de armas para la destrucción masiva? Un «no» rotundo fue la respuesta  que dio Hans Bethe en ocasión del 50 aniversario de Hiroshima. El profesor Bethe, miembro del proyecto Manhattan, formuló un llamamiento «a todos los científicos de todos los países, para que se detengan y desistan de trabajar en la creación, desarrollo, mejora y fabricación de más armas nucleares y (de la misma manera) de otras armas de destrucción masiva potencial tales como las químicas y las bacteriológicas».

Si todos los científicos reflexionaran e hicieran caso a los distintos llamados de concientización respecto a este tema, no habría más cabezas nucleares nuevas ni venenos químicos y biológicos. La carrera armamentista habría terminado de verdad. Sin embargo, hay otras áreas de investigación científica que pueden, directa o indirectamente, provocar daño a la sociedad. Lo cual exige una vigilancia constante.

A veces se oculta el propósito de algún gobierno o de alguna investigación industrial, y al público se le ofrece información engañosa. Debería ser el deber de los científicos poner en descubierto tales hechos delictivos. La ética científica debería incluir la «soplonería». Y esta traería aparejada represalias, el precio por las convicciones que uno tiene. Ha llegado la hora de formular  pautas de conducta ética para los científicos, tal vez en forma de Juramento Hipocrático voluntario.

(Continuará).

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