Textos para el Alma: En otro idioma

En algunos círculos, está mal visto que un escritor (trátese de un fabricante de notas periodísticas o de un gran novelista) se proponga apoderarse de un idioma que no sea el propio. Por supuesto que nadie soñaría con tratar de prohibirlo, pero hay quienes se sienten ante un alarde de travestismo lingüístico que acaso sea digno de respeto pero que nadie confundiría con un acto creativo auténtico.

A pesar de que los demás son demasiado corteses como para decirlo en voz alta, aquéllos que se creen los dueños legítimos de un idioma determinado simpatizan a regocijarse por los errores cometidos y a atribuir cualquier combinación inusual de palabras no al ingenio (lo cual sería el caso de un escritor nativo) sino a la ignorancia o , cuando menos, al origen exótico del autor.

Esta actitud puede comprenderse. Las lenguas no son meros instrumentos. A su modo, entrañan algo sagrado, de ahí las instituciones y academias se dedican a velar por su «pureza». Cada una constituye un universo distinto con sus propias reglas, tradiciones y sobreentendidos que colorean sus palabras para que no haya ninguna, por humilde y concerta que fuera, que pueda traducirse a otro idioma con absoluta precisión.

Las lenguas no sólo sirven para comunicarse sino también para trazar fronteras.

Las consecuencias de la convicción de que en cierto modo el idioma encarna la esencia del grupo al cual uno pertenece han sido enormes. «La defensa del idioma» ha impulsado movimientos nacionalistas y conflictos guerras, persecuciones y actos de terrorismo.

Puede decirse que Francia, por poner un ejemplo, no es el único país en que la obsesión por la limpieza lingüística ha desembocado en legislación reñida con los principios democráticos. Pero no sólo es cuestión de políticos de instintos xenófobos. 

Con escasas excepciones, tanto campesinos analfabetos como eruditos dan por descontado que el idioma contribuye a definir a las personas y que el saber dominar uno, el propio, ya es más que suficiente. Es por esto que les inquietan los que insisten en escribir en otro con fines no meramente prácticos. 

(Continuará).

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