Regina y Kierkegaard

Uno de los grandes pensadores que vivió en el siglo XIX fue, sin dudas, Sören Kierkegaard. Él fue reconocido por sus obras filosóficas y religiosas, entre las que cabe mencionar “Mi punto de vista”, “Temor y temblor”, “El concepto de angustia” y en ficción podemos mencionar “Cartas de un seductor” que fueron dedicadas a su prometida Regina Olsen.

Kierkegaard conoció a Regina durante el año 1837 y se convirtió en el amor de su vida. La joven por aquel entonces tenía14 años de edad, tres años más tarde, luego de que muriese su padre, el filósofo pidió su mano para contraer matrimonio. Pero luego de dos meses rompió su compromiso por sus obligaciones laborales. El pensaba que el hecho de casarse impediría llevar a cabo la misión de filósofo que se había propuesto.

Por su parte Regina en el año 1847 se casó, acontecimiento que llevo a un periodo de desesperación a Sören. A partir de ese hecho la novia eterna aparece en sus libros, y más aun en su obra maestra “Temor y temblor” en donde hay un paralelismo entre su sacrificio y el de Abraham.

Un tiempo más tarde, Regina pare de la ciudad rumbo a las Antillas con su esposo, entonces el filósofo cae en una gran crisis que se deja traslucir en una de sus cartas:

“Mi Reina:
Cuánto favorece a un rostro una mirada expresiva, cuánto encanto posee la mirada que capta cada signo. Es como si uno leyera con los ojos lo que el otro escribe con los párpados. Sin embargo la vista tiene sus límites y la escritura de las pupilas no se puede leer ala distancia, sólo se la comprende de cerca.”

Kierkegaard sabe muy bien la idealización que muchas veces uno tiene del ser amado. Y con ello escribe en una postal que le envía a Regina:

“Es el puente de Knipel. La persona del catalejo soy yo (…) Varios críticos han estado en desacuerdo sobre la cuestión de saber por qué el pintor no ha representado ningún entorno. Algunos han creído que había ahí una alusión a la leyenda cuyo tema es el hombre tan perdido en el goce de lo que descubre en el puente de Knippel que llega a no ver ya absolutamente nada salvo la imagen que su alma ha producido y que también podría ver en una habitación oscura.”

El articulo cuenta con fragmentos de Cartas del Noviazgo de Sören Kierkegaard.

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