Máxima audiencia. Final.

los tres solo teníamos vista al segundero del reloj, convirtiendo ese minuto un una vida entera.)

 Al fin el tiempo pasó, miramos a nuestro alrededor y no ocurrió absolutamente nada, esperamos más tiempo pero el silencio que habitaba las calles se hizo más poderoso  burlándose de nosotros. No ha funcionado, pero de repente oímos un estruendo. Nos volvimos con la velocidad de un trueno hallando una televisión hecha añicos, pero aquí no acababa todo, a esa, le sucedieron dos más, y tres y cuatro y cinco… todas las ventanas estaban llenas de gente arrojando las televisiones, parecía una lluvia negra de aparatos sin vida, el sonido cada vez era mayor. No lo podía creer, había dado resultado, todo el mundo escuchó a Fernando. Los tres nos miramos y nos dimos un eufórico abrazo saltando y gritando. A nuestro alrededor la gente caminaba y conversaba, los niños garabateaban sueños en las aceras con ceras de colores, jóvenes parejas de enamorados compartían miradas furtivas, rotas por el roce de sus labios. Los ancianos debatían sobre viejas anécdotas en los bancos de los parques, Las madres sacaban a sus retoños comenzando el eterno dilema de cual de ellos era más trasto. Fernando, Doc y yo seguíamos  abrazábamos, cuando  algo nos envistió y nos hizo caer de bruces contra el suelo, mi vista se nubló a la vez que sentía un liquido espeso salir de mi cabeza, desde mi posición aprecie la figura de un soldado que bajaba de un jeep, pero mis ojos se centraron hacia un horizonte infinito.
Despierta…Despierta…

Cuando abrí los ojos, sentí un millón de punzadas en la cabeza, estaba aturdido y extraño. Volvía a llevar aquel ridículo pijama azul del hospital.
— Cariño, ¿estás bien?
Era Laura, estaba a mi lado, y mi corazón empezó a latir a un ritmo frenético.
— ¿Ortiz, Fernando, Doc? ¿Qué ha pasado?.
— Tranquilo, la anestesia te ha mantenido dos días durmiendo, pero todo a acabado, la operación a sido un éxito. Es normal que te sientas extraño, además parece que has tenido una pesadilla.
— Una pesadilla…
Todo había sido un sueño, Laura estaba a mi lado y era tan cierto como fugaz es la vida. Nunca más me separaré de ella.
Una semana después me dieron el alta, ya era primavera y la ciudad se adornaba en una utopía de esencias divinas. Salimos del hospital y el viento alboroto sus cabellos, la estreche entre mis brazos y la besé. En ese mismo instante todo se congeló rompiéndo el anhelo de los viejos tiempos.

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