Máxima audiencia. Capítulo 4

 (Me giré y no lo vi venir, tan sólo sentí un fuerte golpe y como todo a mí alrededor se nublaba. Finalmente caí inconsciente en el suelo.)
 No sé cuanto tiempo pasaría, pero desperté en una habitación bastante angosta cuya decoración habia conocido tiempos mejores. Todo estaba lleno de estanterías con libros: Gustave Aubert con “Madame Bovary”, Balzac y su “Eugenia Grandet”, “El Club Dumas” de Reverte, “Divina Comedia” de Dante, “Las aventuras de Sherlock Holmes”,”Moby Dyc”, “Novelas ejemplares” de Cervantes, “La Eneida” de Vigilio, “El libro del buen amor”, “Leyendas y Narraciones” de Bequer y una lista interminable de grandes obras.
 Unos pasos se fueron acercando a ese cuarto, mis piernas jugaban a ser valientes pero mi cuerpo se aferro tras la puerta amparándome tras  “El padrino”, confiando mi vida a los textos de Mario Puzo para que fueran mi paladín en esta hazaña.
Una sombra atravesó el marco de la puerta. Me lancé hacia ella golpeándole con el libro en la cabeza, éste se tambaleó pero no conseguí volcarlo. Se dio la vuelta y me miró directamente a los ojos. Me hallaba ante un hombre corpulento, sus mofletes rojizos contorneaban unos ojos pequeños de animal bobalicón, éste hundió sus dedos en mi boca y me empujó hacia la pared. Su aliento se topaba con mi rostro, recordándome el aroma de los mil demonios.
— Basta — dijo una voz
Un hombre mayor entró en la habitación. Debía tener unos sesenta años pero sus movimientos eran ágiles, casi felinos. Se ocupó de ordenar el jaleo que habíamos creado mí asaltante y yo colocando cada libro en su hueco de la estantería. Lo miraba con expectación, aquel extraño individuo de estructura quijotesca parecía haber escapado de una novela de Conan Doyle. En sus labios descansaba una pipa extinguida que rozaba un bigote salpicado por hebras blancas. Él seguía concentrado en su menester Napoleónico, cuando terminó de acercó a mi.

— ¿Por qué querías lastimar a Doc?
— ¿Por qué me golpeasteis  vosotros y me arrastrasteis hasta aquí?, ¿quién eres tú? — grite azorado
— Mi nombre es Fernando Ramiro Hidalgo, y los brazos que os hacen presa son de Doc, mi guarda espaldas.

— Entonces, ¿no eres San pedro?
— Maldita sea mi estampa, no me faltaba mas que usted me confundiera con el bedel del cielo

— No puede ser, pero…entonces ¿no estoy muerto? ¿Qué fecha es hoy?

– Usted se encuentra en el mundo de los vivos y hoy es 16 de enero de 2012 ¿Dónde se había metido? Nos ha dado un susto de muerte cuando no le hemos visto en el hospital.

Me sentía algo aturdido, no podía creer nada de lo que estaba pasando, habían transcurrido cinco años desde mi operación y al despertar me encuentro con el mundo desbaratado y dos extraños personajes que parecían conocerme.

Continuará.

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