Máxima audiencia. Capítulo 2

Eran las nueve de la mañana y llovía tempestuosamente. El despertador sonaba insistente pero esa mañana no me pillo de sorpresa, pues llevaba ya horas despierto, enredado en las sábanas y con los ojos abiertos buscando la manera de abrir una brecha en el tiempo por donde pudiera escapar. No podía desayunar, las pruebas requerían un ayuno tipo rabadán, a si que me vestí con poca gana y bajé al portal de mi edificio. El cielo se desplomó sobre mi rostro destiñendo mi sonrisa. Cogí un taxi y me dirigí directamente al hospital.
Durante el trayecto mi memoria destilaba todos aquellos momentos de mi vida que guardaba en el cajón de recuerdos entrañables, los veranos en la casa de campo de mis padres, mi adolescencia buscando sensaciones debajo de las faldas, las interminables clases de filosofía con mis amigos en la barra de cualquier bar y los abrazos y miradas de Laura… todo eso parecía tan lejano, es como si la bruma de los años alejara mi memoria hacia un tiempo letano y marchito, pero una pequeña llama los avivaba dándole a mi cuerpo un poquito de calor y melancolía rezagada. De repente la ácida voz del taxista golpeó mi éxtasis haciéndome volver a la realidad, aquella de la que quería escapar.

Las pruebas fueron rápidas, más de lo que me había imaginado. Tras unos momentos de espera el quirófano estaba listo, me tumbé en la camilla y me pusieron la anestesia. Al principio no sentí nada, tan solo la ingurgitación de las venas en mi brazo, pero poco a poco me fui fundiendo en su beso hasta que mis parpados se cerraron pesadamente…

Amanece en Venecia, el sol cabalga lentamente sobre los ecos de la noche bañando con su destello impoluto la “Piaza de San marco” en estelas de cobre liquido. Un ejército de  palomas custodia la Catedral envueltas en su peculiar algazara. ¡Cuanta razón tenían las palabras de Napoleón! bautizando este sitio como “El salón más hermoso de Europa” el día que conquistó Italia. Desde la terraza de la cafetería contemplaba a través de la laguna a  San Giorgio Maggiore, mientras que en la fuente una damisela se empapaba con la “dolce vita”. Laura me hablaba de amor, su belleza empapaba todas las palabras que adornaban sus labios, aunque no la escuchaba, mi única ocupación era observarla e intentar describir cada resquicio  de su rostro sin que se me escapase ni el más mínimo detalle. Sus ojos brillantes reflejaban mi Limónchelo, su tez era blanca, esbozando en unos ojos de cristal presuntuosidad y dulzura contenidas. Cada vez que reía el aire escapaba por las comisuras de su boca dándome la brisa que tanto me hacia falta para respirar. Yo la observaba atento tras la cortina de humo de mis cigarrillos, ella volvía a sonreír, decía que cuando estaba pensando en algo me ponía serio y yo le dedicaba una mueca burlona. De repente se levantó tomando mi mano, obligándome a levantarme, eso me encantaba de ella, tan tranquila a veces pero impulsiva en ciertas ocasiones. No lo dudé ni un segundo y la seguí. Ella me miraba y sonreía mientras me arrastraba por toda la Plaza hasta llegar a uno de los canales de Venecia. En un movimiento rápido se zafó de mi mano y salto a una góndola, le dijo al gondolero que empezase a remar dejándome en el muelle con cara de idiota enamorado y  desde el canal me hacía gestos para que la siguiese. Me preste a jugar y de un salto llegue hasta otra góndola y la seguí. Cada vez estaba más cerca de ella, hasta que por fin la alcance, pasé a su bote y la besé apasionadamente, ella me abrazaba mientras decía con una voz melosa como el néctar “prométeme que siempre vas a estar conmigo, que nunca dejaras de amarme” yo sonreí y la volví a besar…

La habitación del hospital parecía materializarse lentamente entre la niebla de mis ojos, todo estaba a oscuras y no veía a nadie, seguí tumbando unos segundos hasta que mis pupilas empezaron a perfilar nítidamente todo mí alrededor. El silencio creaba un halo de incertidumbre donde mi presencia parecía ser la única señal de vida. Me levanté y sentí nauseas, fui directamente al servicio donde mi cuerpo expulsó los restos de la anestesia, me alivió bastante pero todavía no había visto a nadie. Recorrí todo el hospital y la única actividad que encontré fue el sonido intermitente de un teléfono descolgado. Algo extraño había pasado.

Continuará…

2 comentarios en «Máxima audiencia. Capítulo 2»

  1. Tio, sabes que me encanta cualquier cosa que escribes, pero siento una especial devilidad por este, sobre todo por esta parte. Bueno nen, nos vemos en los bares.
    Por cierto, hacerme un sitio en navidad, que podre pasar almenos unas horas con vosotros.

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