Los versos de oro VIII – Góngora

Una semana ha pasado desde que habláramos de un gran poeta, y hoy vamos a volver a hablar de otro poeta formidable. Enemigos uno de otro, por una u otra razón, se escribieron algunos sonetos dedicados. Góngora, poeta del cual hablamos hoy, le escribió un soneto a su enemigo Quevedo, quien también hizo lo mismo, y hoy vamos a ver cómo fue.

No sé si recordarán aquel famoso soneto que comenzaba así, “érase un hombre a una nariz pegado”, firmado por Francisco de Quevedo. Una metáfora ingeniosa e hiperbólica que decía a voz en vivo que Góngora era judío. A este soneto también respondió el insultado, de un modo también formidable. Fue una batalla que nunca antes se había visto, batallas en verso, escribiéndose sonetos el uno al otro. Hoy, en cambio, eso no se hace, no hay tanta capacidad como para escribirse un soneto de esa manera. Por eso estuvo tan marcada y fue tan famosa aquella disputa entre ambos.

Por otra parte, he de decir que el soneto que dejo hoy para que lean no me parece un gran poema. Sin embargo, tiene el arte que caracteriza a Góngora, sus cultismos, sus referencias al trabajo del otro, sus ironías. Son rasgos propios que el poeta reforzó durante toda su obra. No obstante, si hubiera que elegir –lo cual no es conveniente– entre uno u otro, yo mismo me quedaría con Quevedo, aparte de porque he leído más de él, porque lo que he leído también me ha impresionado más. Aun así, considero a Góngora un poeta excelente, es evidente, porque fue uno de los mejores de su tiempo, y no por lo que he dicho he negado que me guste. Dicho queda.

Vamos, pues, y sin decir nada más, a leer este soneto en respuesta de una de las acusaciones de Quevedo en verso. Es una manera ingeniosa de comunicarse. Ojalá volviéramos a aquellas costumbres, aunque fuera para insultar… Los de hoy, desgraciadamente, para insultar utilizan un estilo propio, basado en vulgares gritos y palabras obscenas, para nada acordes con la realidad en muchas ocasiones. En fin, esto ya no es lo que era. Recordemos, con estos versos, y gracias a la pluma de Góngora y a su ingenio, aquellos grandes tiempos literarios. Siglo de Oro, que no es poco.

Espero que disfruten con la recomendación poética de esta semana, y que esperen la próxima entrega de nuestros Versos de Oro. La semana próxima tendremos algo especial, seguramente bello, y no nos centraremos tanto en disputas, que la poesía es belleza, y podemos hablar de ella abiertamente.

Anacreonte español, no hay quien os tope,
que no diga con mucha cortesía,
que ya que vuestros pies son de elegía,
que vuestras suavidades son de arrope.

¿No imitaréis al terenciano Lope,
que al de Belerofonte cada día
sobre zuecos de cómica poesía
se calza espuelas y le da un galope?

Con cuidado especial vuestros anteojos
dicen que quieren traducir al griego,
no habiéndolos mirado vuestros ojos.

Prestádselos un rato a mi ojo ciego,
porque a luz saque ciertos versos flojos,
y entenderéis cualquier gregüesco luego.

 Luis de Góngora

Deja un comentario