Cindi la toma y bebe pasándose la pastilla.
– Aunque yo pienso que le ayudaría más un platillo de enchiladas con harta salsa verde. –vuelve a entrometer la criada joven.
– ¡Cállate, Lupe! –regaña la anciana.
– Déjala, Felipa –contesta Cindi – Ella tiene razón, pero en este momento no tengo tiempo de desayunar.
– La señora Brianda fue a la iglesia, dijo que no vendría a comer. –informa Lupe.
– ¡Perfecto! –dice sonriendo, Cindi.
Las sirvientas hacen mueca de extrañeza, mientras Cindi solo sonreía.
– Yo me entiendo. –sale sonriendo de ahí la hija de los patrones.
Cindi se dirige hasta el cuarto de su hermana y apresurada abre con las llaves que llevaba, entra y cierra con seguro por el interior. Se queda un momento contemplando el cuarto, el único refugio de su hermana. Vuelve a mirar el libro de pastas azules que se encontraba sobre la cama y lo toma volviéndolo a abrir; ahora en otra página donde también había un párrafo subrayado, que Cindi lee en voz queda…
Por que tú lo prometiste Señor, tú los
salvarías. Y bien pues, aquí están los
elegidos….
Recuerda que aquellas frases se repitieron en el funeral de su hermana y sus pensamientos se llenan de confusión… cierra el libro y lo arroja a la cama. Toma uno de los papeles que yacían junto a la computadora y lee el contenido.
Somos como dos flores de un mismo rosal,
a mi me cortaron y me encerraron tras un
cristal, mientras mi otro ejemplar, vive
en libertad, gozando de la frescura del
viento, y yo me marchito ante el amor
egoísta de los seres que me quieren.
CANDY LAFONTAINE
Autor: Martín Guevara Treviño
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