El diario (3ª parte).

Marta tenía el rostro enrojecido cuando Johann consiguió separarla de entre sus brazos para preguntarle qué le había ocurrido. Ésta miró a su hijo con la misma mirada que hubiese mirado la pobre Amanda a su padre, según percibió el chico, que mantuvo firmemente la mirada al principio, pero que tuvo que desviarla al cabo de unos segundos, pues incluso a él, que no sabía lo que había ocurrido, le entraron ganas de llorar.

–Me han despedido…–consiguió confesar Marta con un nudo en la garganta que apenas la dejaba respirar. Johann no pudo contener bien las lágrimas. Creía que era algo peor, pensaba para sí mismo mientras sentía correr las saladas lágrimas por sus mejillas y volvía a abrazar a su madre. Ésta tenía un dilema: la habían despedido y el sueldo de su marido no era suficiente para mantener a la familia completa, por muy pequeña que fuese. –Tranquilo, chico, intentaremos solucionarlo.

–¿Por qué me colgaste cuando te pregunté lo del diario? ¿Acaso tiene algo que ver con tu despido?

–…no. Lo del diario no tiene nada que ver con lo que ha pasado –Marta se había vuelto a quedar de piedra con las preguntas de su hijo. Era cierto que el joven estaba llorando porque a su madre la habían despedido y ello conllevaba quitarse un sueldo al poco dinero que tenían, pero también debía de ser cierto que el muchacho sentía gran preocupación por el estado en que se volvía su madre cada vez que le preguntaba acerca del diario. –El diario no tiene nada que ver con lo que ha sucedido, no pienses en ello. No tiene la menor importancia, ¿de acuerdo?

–De acuerdo… –fuera lo que fuese, su madre no quería contarle el tema del diario. Así que pensó que debería encontrar la relación por sí mismo.

Cuando la situación se hubo calmado un poco y Marta se encontraba en mejor estado, mientras Johann estaba en su habitación estudiando el examen de latín que tanto temía, notó llegar a casa a su padre. Temió la respuesta de éste cuando se enterara de la noticia, pero se intentó concentrar en su estudio.

Le fue imposible: tan prontamente como lo pensó y se dispuso a hacerlo, su padre comenzó a gritar. Su voz resonaba desde el salón. La voz grave, ronca y temible de una persona con un fuerte carácter al que no se le podía siquiera gastar una broma. Estaba gritándole directamente insultos obscenos a su madre, lo que le llevó a decirse a sí mismo que tenía que salir de su habitación para defender a su madre, pues ella no tenía culpa alguna de que la hubieran despedido.

Parece que su padre se enteró de que el chico iba a salir, porque cuando éste salió ya no había ruido alguno y se había sentado en el sofá –no estaba cojo, pues Johann había vuelto a colocar el diario bajo la pata–. Todo parecía normal. Todo menos una cosa: su madre lloraba en silencio. El joven se preguntó qué le pasaría a su madre para estar llorando como sin querer hacer ruido. No es que no le salieran los sonidos de la boca, no, es que intentaba contenerlos, según advirtió Johann. Echó una rápida ojeada a la situación, viendo a su padre tranquilamente sentado en el sofá con el mando en su mano derecha disponiéndose a cambiar de canal.

–¿Se puede saber qué pasa aquí? –osó preguntar Johann mirando a su madre antes que a su padre por ser ésta quien parecía más sufrida.

–Cállate, Johann, haz el favor –le aconsejó Marta entre silenciosos sollozos mientras se volvía para entrar en la cocina. Seguramente allí sería donde rompería el llanto con más ahínco.

–Ni se te ocurra pensar que me voy a quedar callado, mamá. Os he oído desde mi habitación, y papá parecía más furioso que cuando le hemos gastado una puta broma con ganas de reírnos un rato. Sus gritos han sido demasiado fuertes, así que exijo que me expliquéis, o tú o tú –dijo señalando a ambos–, qué coño está pasando aquí que no me queréis decir.
A Pedro le bastó el comentario que había hecho su hijo sobre las bromas que le gastaban para echarle una fulminante y amenazante mirada. Lo único que se resignó a decir fue:

–Que te lo explique tu madre. Ella es la culpable –y acto seguido se levantó y se fue de la casa cerrando de un portazo que resonó en los oídos de Johann como una bomba.

Fue entonces cuando Marta se echó a llorar cada vez con más fuerza. Johann sintió el impulso de correr hacia ella y volverla a abrazar como hacía cuestión de media hora, cuando ésta había llegado a su casa y le había dado la mala noticia, pero logró contenerse firmemente y decir con la mayor seriedad que pudo sacar de dentro:

–Explícame qué pasa. No me voy a ir hasta que no me lo digas.

Marta se enjugó las lágrimas e indicó a su hijo que se sentara junto a ella en el sofá. Algo malo debe de haber pasado, porque mamá estaba sentada en la silla próxima al pasillo que da a la cocina y papá estaba sentado en el sofá sin querer mirarla a la cara, pensó Johann mientras accedía a lo que le había dicho su madre.

–Dice que soy una entrometida. Por eso me ha gritado… –Marta hablaba en voz baja, pero el silencio que había en la casa permitía que el chico escuchara perfectamente lo que le estaba diciendo. Pero se percató de que la mujer aún le ocultaba algo. –La señora Salomé me ha culpado de haber hecho correr la voz. Yo no he sido. Ha debido ser ese cabrón de Ronaldo. Ese hombre sólo quiere que su hermana se vaya de casa para poder quedarse con la fortuna e intentará lo que sea para conseguirlo… –Aun así, Johann sospechaba alguna mentira en las palabras de su madre.

–Mamá, sé exactamente de lo que hablas, pero también sé que me ocultas algo. Ya soy mayorcito para saber lo que está pasando completamente, ¿no?

–Tienes razón, pero es muy difícil de explicar…

2 comentarios en «El diario (3ª parte).»

  1. Hola Jorge.

    Me tienes totalmente enganchado con tu historia del relato. Te escribo no solo para felicitarte, pues me parece que tu idea es genial y muy bien pensada. Si no tambien para animarte a que sigas escribiendola.
    Animo compañero.
    Salud y literatura.

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  2. Muchísimas gracias, Sol de infancia. Me halaga que la gente esté enganchada a mis escritos. Pienso fijar varios días a la semana para escribir exclusivamente las partes del relato, para así no mezclarlo con otros artículos. Pero aún no tengo nada pensado. Lo aclararé a pie de página cuando lo estudie.

    De nuevo, muchas gracias, y espero que sigas escribiendo y sigamos leyéndonos.

    Saludos.

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