Dino Buzzatti, a través de su novela Un amor, nos cuenta la historia de una relación que gracias a los celos se vuelve tortuosa. Se trata de un arquitecto de 49 años (Antonio Dorigo) y Laide, una joven bailarina que trata de evitarlo. Los personajes se conocen en un prostíbulo. Con el correr del tiempo Antonio se enamora perdidamente, y ella acude a las más inverosímiles mentiras para esquivar ese sentimiento.
El protagonista se vuelve obsesivo y celoso de la vida de Laide, que no puede controlar, perdiendo su trabajo, su familia y hasta sus amigos. En determinado momento llega un acuerdo comercial con ella, en donde él le ofrece pagarle por verla tres veces por semana. Ella acepta el trato. Esto en vez de calmarlo acrecienta su obsesión. El trato lo lleva a sentir celos aún más profundos.
“Peor que al principio, porque ahora ese embrión de derecho sobre ella volvía todavía más insoportable la libertad de Laide, lo ponía todavía más celoso. En el fondo, hasta hoy los encuentros con la chica eran maravillas concesiones, un privilegio. Del mundo de Laide, hasta hoy, él había quedado afuera, había una especie de muro que escondía su vía con los relativos misterios y él no presumía poder conocerlos: su familia, sus primeros amores, los novios, las ‘salidas’ con los rufianes, las noches en el Due, la dudosa ocupación en La Scala, sólo que de tanto en tanto ella salía para encontrarse con Antonio, con él. Antonio, afuera, esperaba ansiosamente, cada vez que Laide aparecía era un indecible alivio. Luego ella regresaba a su mundo, él ya no sabia nada más y renunciaba a esperar. Pero ahora se había abierto una pequeña puerta, él había entrado apenas unos pasos, y estaba oscuro, ahí no se veía nada, menos que antes cuando estaba afuera. Había entrado no obstante, pero poco, poquísimo, tal vez se había encastrado en su vida y estaba feliz por esto como si fuera adelante, como una conquista y sin embargo es peor que al principio, ahora él ya no es un extraño, en cierto sentido tendría derecho a saber y no sabe, ni puede siquiera preguntar o indagar por miedo a arruinarlo todo, guau si Laide tuviera dudas de que por esas miserables cincuenta mil liras a la semana él se iba a creer con el derecho de un patrón,¿no lo había dicho él que la dejaba libre? De este modo, afloran aun más que antes y entran en contradicción las pocas cosas que Laide contó de sí misma, cosas incluso terribles que la metían en un berenjenal difícil de explicar en el que caben celos, ira, lujuria y que volvían a atizar el amor.
Fragmentos turbios y ambiguos, verdaderos y falsos, tal vez inventados por ella con malicia sutil por instinto, para excitarlo, para volverse más interesante, mostrarse segura, más allá del bien y del mal, una mezcla de franqueza inverecunda, confusa sed de vida, ganas de vengarse de la suerte humilde, orgullo popular, candor de niña.”
Este artículo cuenta con un fragmento de Un amor, de Dino Buzzatti.