Disculpen el desorden.

Últimamente me he visto agobiado por varias cuestiones que me rodean, simples retazos de la rutina que poco a poco van abarrotando los días y te impiden encontrarte a ti mismo. Por eso desde hace una semana me he tomado una tregua con el mundo para poder pasear por las veredas de mi pueblo inundadas de verdes helechos y olor a tierra húmeda. Mientras paseo voy alimentando mi nueva afición por el Jazz, música que cada vez estoy escuchando más y que encuentro verdaderamente fascinante. La verdad es que me sentía un poco extraño, ya que el Jazz siempre me resultó una música cosmopolita de ciudades y grandes urbes, y yo la he empleado para pasear por los montes de Bullas, el caso es que me resulta muy reconfortable. Pero centrándonos en el tema que me ocupa, gracias a esta “Pequeña tregua” entre el mundo y yo he  podido albergar varias ideas que seguramente muchos consideren absurdas, pero yo las encuentro interesantes.
Esta vez, mientras observaba la labor de las incombustibles hormigas arrancando pedacitos de una cigarra que cayó muerta (curiosa visión si hacemos referencia a la famosa fábula) me di cuenta de lo estrictos que somos las personas con respecto al orden de las cosas. Es más, sin atisbo de duda me atrevería a decir que sin el orden no seríamos prácticamente nada.
El ejemplo más claro lo tenemos con los relojes y calendarios. Se trata de poner orden al tiempo. Una persona necesita tener ordenadas su horas, minutos y segundos para desempeñar todas aquellas tareas diarias que llevan a cabo. Imagínense por un segundo (por favor no miren sus relojes para calcularlo al milímetro) que viviéramos en un mundo donde no existieran las horas, ni los minutos, ni los segundos, ¿Qué sería de nosotros? ¿Cómo organizaríamos el tiempo? Sinceramente no lo sé, el caso es que no encontré respuesta a esas dos preguntas ya que todo sería un caos y me consuelo pensando que si no existirán los relojes ya se inventaría otra cosa, pues la cuestión es poner orden. Ya ven, este pensamiento es simplemente el resultado de lo poco que me gusta buscar soluciones, o tal vez, en este caso es que no existe la solución, no lo sé. Y luego nos encontramos con el tema de los calendarios, se la importancia que había antes con respecto a las estaciones, sobre todo a la hora de organizar las cosechas y plantearse las técnicas de cultivo (por ejemplo), pero ¿Qué me dicen de los cumpleaños o los fines de año? Porque yo por ejemplo no me siento más viejo por el hecho de que en un determinado día cumpla un año más, el acontecimiento que me hace sentir más viejo es la propia vida y las distintas situaciones a las que me tengo que enfrentar cada día.
Hasta con los astros ponemos orden, sí, con los astros. Un astro no es un astro si no se da una determinada alineación de las estrellas impuesta por un orden estricto e inapelable. Y la sociedad en sí misma, todas las personas somos ordenadas en determinada forma, ya sea por un factor económico (barrios de ricos-barrios de pobres), por nuestra nacionalidad o incluso por cuestiones que escapan de nuestro control como puede ser una enfermedad o un accidente, y es que señoras y señores cada persona tiene su sitio.
Desde el punto de vista más material, el orden es algo a lo que las personas acudimos para poder encontrar todos aquellos objetos que consideramos como legítimos. En el momento en que nos permitimos un pequeño descuido y no dejamos debidamente ordenado algún objeto, se nos plantea un verdadero calvario en el momento de buscarlo y no hallarlo.
Con todo esto no significa que esté en contra de esto, es más, sería imposible estar en contra pues es algo que no podemos evitar, es parte de nuestra naturaleza y debemos vivir con ello.
A si que sin querer pecar más de poco cuerdo y pesado, me despido de ustedes pidiendo disculpas si en algún momento de este escrito he presentado mis ideas en desorden.

Sol de infancia.

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