Diosa de Papel (XXXIII La Cuenta)

La carretera lucía solitaria, el automóvil en el que escapaba Kenny Doria, corre por el pavimento. Su mirada perspicaz observa por el retrovisor, muy lejos de ella, una patrulla policiaca. No lo puede asegurar pues debido a la distancia no puede confirmarlo, pero no era tiempo de confiarse. Decide correr más rápido y su pie se hunde en el acelerador.

*

En efecto, tras de la asesina iban dos patrullas, en la que punteaba conducía el Comandante Josué Balbuena, a su lado el Agente. Aceleran al notar que perdían de vista a su presa.

*

Avanzan después de haber perdido de vista el automóvil que seguían. Las patrullas se detienen al ver a la orilla de la carretera el automóvil de la asesina, volcado y casi destrozado.

 Los policías bajan sigilosos desenfundando sus armas, se acercan al automóvil accidentado. Ven en su interior y se encontraba vacío.

—No está ella. Sigamos adelante—ordena el Comandante.

Se reincorporan a sus unidades de policía y toman el camino de terracería que dirige a la cabaña. Los árboles a la orilla del camino hacia que semejara un túnel su trayecto, ya que sus copas de hojas y ramas se unían en lo alto.

 Se estacionan frente a la cabaña, las luces de las sirenas encendidas pero sin emitir algún ruido. Dos policías bajan de una patrulla, al igual que el Comandante Balbuena y su Agente, todos con sus armas dispuestas. Dejando las puertas de sus patrullas abiertas, corren hacia la puerta de la cabaña. Balbuena toma un magnavox y lo dirige a la cabaña.

—¡La tenemos rodeada! Salga con las manos en alto. Está perdida, no intente nada. Contaré hasta diez y si no sale entraremos por usted con fuego. Uno… Dos… Tres…

Continuará…

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