Diosa de Papel (IX ¡Atrapen al asesino!)

Diosa de Papel (IX ¡Atrapen al asesino!).
Diosa de Papel (IX ¡Atrapen al asesino!).

 

13.

     Sentados cerca de la ventana, podían ver el movimiento ejecutado en las calle, gente caminar, vehículos, vendedores ambulantes, observaban sentados disfrutando de sus tazas con café.

     —Tienes los ojos más encantadores que he visto en mi vida. Sé que llegaré a ser el dueño de ellos. —alude Sergio—. Solo vivirán para verme a mi, para contemplar este amor que te profeso.

     —¿Qué te hace sentir tan seguro? —dice Kenny— Eres un arrogante, con ese método lo único que logras es que me resista más.

     —No tienes alternativa. —el rostro de Sergio mostraba perversión y la mirada reflejaba una obsesión lanzada contra Kenny.

     —Por favor, Sergio. Mi madre acaba de morir y no puedo pensar en algún romance en este momento. Y menos un romance tan sórdido como el que me propones.

     La mirada de él se clava directo a las pupilas de ella, como decidido a lanzar un veneno mortal.

     —¿Y cuando enterraste a tu madre?

     —Pagué por su sepelio en el jardín de su casa. Sabrás las condiciones en que murió. Por lo mismo decidí no estar presente en su entierro.

     —Sí sé como murió… —sorbe su café— y también sé quién la asesinó.

     Los ojos de Kenny reflejan una corriente eléctrica al cruzarse con la mirada de su interlocutor.

14.

     El Agente Luis Tapia colocaba unas chinchetas de colores sobre un mapa sobre la pared, cuando llega hasta la oficina el Comandante Balbuena.

     —¿Alguna noticia nueva, mi Comandante?

     —Ninguna, Tapia. Todo está lleno de huellas de las dos mujeres Doria, pero nada extraño.

     —¿Piensa darle carpetazo al caso?

     —De ningún modo. No permitiré que ese asesino siga cometiendo más villanías.

     —¿Qué paso sigue, Comandante?

     —Iremos a fondo con…

     La conversación es interrumpida al escuchar que llaman a la puerta de la oficina, el agente abre descubriendo a Kenny en el umbral. La joven penetra mientras el agente cierra la puerta tras ella, con un ademán la invitan a sentarse.

     —Es muy grata su visita. —saluda Josué.

     —Hoy platiqué con un amigo… —titubea la modelo— Se llama Sergio Blasco, y…

     —Al grano señorita. —enérgico el comandante— Hable sin rodeos. ¿Se trata sobre el crimen de su madre?

     —Sí. Él me confesó que está enterado de quién es el responsable de la muerte de mi madre.

     El par de policías experimenta en sus rostros una mueca de impacto, una onda ligera de felicidad recorre las venas del Comandante Balbuena.

     —Y según su amigo… ¿De quién se trata?

     —No me lo dijo. Se lo rogué pero solo se burló de mí. Debes hacerlo confesar, que se aclare esté asunto de una vez. —solloza la modelo.

     —¿Cómo obtuvo su amigo, esa información?

     —No me quiso decir más.

     —¿Qué hacemos, Comandante? —pregunta Tapia.

     —Vamos por el criminal.

 

 

15.

     El ulular de las sirenas resonaban agudas, tres auto-patrullas llegan frente a la casa de Sergio Blasco. Una fachada sencilla en una zona modesta dentro de una colonia privada de la ciudad. Los policías toman sus posiciones desenfundando sus pistolas. Balbuena llama a la puerta de la casa de su objetivo. Anabel abre la puerta sorprendida por el operativo policiaco.

 Continuara…

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