Citas caprichosas III: Herman Hesse.

Recorremos ya un camino de tres entregas de esta sección. Las Citas Caprichosas nos acompañan aún, esperemos que hasta dentro de mucho tiempo. Hoy he decidido incluir dentro de este apartado una cita que recogí –vicio propio, muchos se quejan de él– leyendo una obra maestra de la literatura universal. Se trata de la novela sobre el pensamiento budista que escribió Hermann Hesse. Por si no saben cuál es –porque hay demasiados libros en el catálogo de obras maestras, por fortuna, y no todo el mundo puede acapararlos todos–, hablo de Siddhartha. Una novela que trata sobre todo la vida del joven Siddhartha, hijo de un brahmán, que quiere entrar en contacto con el Yo profundo, y para eso emprende un viaje cuyo fin será –no revelo ningún gran dato esencial– un río. Allí, y por eso hablo aquí del viaje del protagonista de la novela –ya recomendada hace tiempo en algún artículo exclusivo sobre el tema–, Siddhartha, harto de vivir una vida de placeres que no le llevaba a ninguna parte, conoce a un señor llamado Vaduseva, que es el que se encarga de traspasar a los viajeros de un lado al otro del río en su barca. Con éste tiene una conversación muy interesante, parte de la cual es nuestra cita de hoy.

Muchas veces, los filósofos se han planteado qué es la vida –como nos lo hemos planteado muchas veces nosotros y como lo plasmamos en las frases recolectadas sobre la vida–, qué es el conocimiento –también algunos nos lo hemos planteado, no sólo es estudiar y soltar los apuntes sobre un folio en blanco para al cabo de una semana ver en la nota el aprobado–. A la conclusión que solían llegar los filósofos sobre el conocimiento, la vida y la realidad, en general, era que siempre había algo superior que nos proporcionaba el saber, que nos hacía conocer el verdadero sentido de la vida, la verdadera esencia de las cosas. Muchos, también, recurrían a los símiles. Por ejemplo, el mundo en constante cambio, en el que todo, todo está fluyendo y es al mismo tiempo uno y su contrario –el panta rei de Heráclito–. Por ejemplo, el Sol, el ente supremo que nos proporciona luz y calor, útil éste para la vista y aquélla para la vida; el concepto de Idea de Bien –todo ello en teoría de Platón–. Por ejemplo, el Dios universal que posee todo el conocimiento, que se lo da a las criaturas, y que es, ante todo, inmovible –tesis propia de Santo Tomás de Aquino–. Por ejemplo, que la realidad se rige en un sinfín de operaciones matemáticas y que nosotros no podemos saber realmente si estamos aquí o no, únicamente llegando a la conclusión de que sabemos pensar –el cogito ergo sum de Descartes–. O, como último ejemplo, que todos, todos los anteriores, desde Sócrates, fueron unos fantasmas, unos payasos que quisieron pintar la vida de rosa, siendo ésta realmente negra, y que pusieron un origen a la realidad en algo superior a nosotros, cuando la realidad misma es captable por nuestros sentidos, por lo que vemos y tocamos –propio de Nietzsche–.

¿Por qué todos estos ejemplos? Para que nos demos cuenta de la posición que aparece en esta novela, expresada de modo magistral en el diálogo que mantienen los dos personajes a orillas del río. Éste, dicen, es el presente, el pasado y el futuro, pero sólo se fija en el presente, porque es lo que realmente importa. Es una reflexión muy buena sobre lo que hay que hacer. No hay que fijarse en lo que ya ha pasado, porque, o bien nos arrepentimos de haber llegado a lo que somos, o bien queremos volver allí porque “éramos más felices”. Tampoco hay que mirar tanto el futuro, porque así nunca llegaremos a vivir lo que nos toca. Lo que nos toca es, por tanto, el presente, el ahora, y es lo que hay que vivir, en lo que hay que fijarse.

Hoy, por tanto, la cita ha requerido hablar de filosofía. Espero que haya merecido la pena. Les dejo con la cita propiamente dicha, y no se olviden de leer la novela si tienen la oportunidad.

Espero que les guste.

“–Te estarás refiriendo sin duda a lo siguiente: que el río está a la vez en todas partes, en su origen y en su desembocadura, en la cascada, alrededor de la barca, en los rápidos, en el mar, en la montaña, en todas partes simultáneamente, y que para él no existe más que el presente, sin la menor sombra de pasado o de futuro.
–Así es –dijo Siddhartha–. Y cuando me lo enseñó, me puse a contemplar mi vida y advertí que ella también era un río y que nada real, sino tan sólo sombras, separan al Siddhartha niño del Siddhartha hombre y del Siddhartha anciano.”

Hermann Hesse, Siddhartha.

4 comentarios en «Citas caprichosas III: Herman Hesse.»

  1. no me acordaba del titulo de la obra Siddhartha lo lei en mi juventud, de los libros mas hermosos que he leido en mi vida.Quiero ahora compartirlo con mi hija adolescente, salgo a comprarlo!!

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