Bataille y su concepto de erotismo

Bataille fue considerado por Heidegger el filósofo más importante de Francia del siglo XX. Él pensaba que la distancia que separa a dos personas es el infinito y sólo puede ser franqueada por el erotismo o por la violencia. A partir de su idea desarrolla una teoría del erotismo en donde divide el tema en tres puntos: erotismo del cuerpo, de los corazones y el erotismo místico. En un extraño pensamiento dice que a la unión de amantes se la llama muerte, igual que al deseo de asesinato o al suicidio.
En su escrito Las lágrimas de Eros anuncia que como somos humanos vivimos en la sombría perspectiva de la muerte que conocemos la violencia exasperada, la violencia desesperada del erotismo.

En otros de sus ensayos, El erotismo, explica la muerte y el erotismo sagrado:

“Más allá de las precarias posibilidades –dependiendo de azares favorables- que aseguran la posesión del ser amado, la humanidad se ha esforzado en acceder, sin que intervenga al azar, a la continuidad que la libera (…) Estando la continuidad del ser en el origen de los seres, la muerte no le afecta. O incluso al contrario: la muerte la manifiesta. Este pensamiento debería ser la base de la interpretación del sacrificio religioso, al cual la acción erótica se le puede comparar (…) En el sacrificio, no solo hay desnudamiento, sino que además se da muerte a la victima (…) La victima muere, y entonces los asistentes participan de un elemento que esa muerte les revela. Este elemento podemos llamarlo, con los historiadores de las religiones, lo sagrado (…) Quien me haya seguido entenderá ahora, en la unidad de las formas del erotismo, el sentido de la frase: ‘No hay mejor medio para familiarizarse con la muerte que aliarla a una idea libertina’ (Sade). Permite entender en ella la unidad del terreno erótico que se nos abre si rechazamos la voluntad de replegarnos sobre nosotros mismos. El erotismo abre a la muerte.”

Esta teoría aparece más clara en una situación en un prostíbulo en Madame Edwarda, una pieza literaria que Bataille publicó en el año 1941 con un seudónimo:

“En medio de un enjambre de muchachas, desnuda Madame Edwarda sacaba la lengua. Ella era, para mi gusto, encantadora. La elegí: ella se sentó cerca de mí. Apenas tuve tiempo de responder al mozo: tomé a Edwarda que se abandonó: nuestras bocas se juntaron en un beso enfermo. La sala estaba abarrotada de hombres y mujeres y tal fue el desierto donde el juego se prolongó. Un instante su mano se deslizó y yo me quebré de pronto como un vidrio, y temblé en mis pantalones; sentí a Madame Edwarda, de quien mis manos contenían las nalgas, ella misma al mismo tiempo desagarra; y en sus ojos más grandes, dados vueltas, el terror en su garganta un largo estrangulamiento. Me acordé que había deseado ser infame, más bien, que hubiera sido necesario, forzosamente, que eso ocurriera. Adivinaba risas a través del tumulto de las voces, las luces, el humo. Pero nada contaba ya. Apreté a Edwarda en mis brazos, ella me sonrió: enseguida, transido volví asentir en mi un nuevo choque, una suerte de silencio cayo sobre mi de lo alto y me helo. (…) El contoneo de ese largo cuerpo obsceno, el acre olor de mujer que goza, humeando para mi, de ese cuerpo blanco (…) indiferencia tumultuosa de la sala a su felicidad, a la gravedad mesurada de sus pasos, era consagraron real del burdel llama al cuchillo del carnicero.”

Este artículo cuenta con fragmentos El erotismo de Bataille

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