Asesinato a doble espacio (Capítulo 8)

El humo envolvía todas las esquinas en el almacén del Dalton´s, un bar donde nada es lo que parece. El ambiente estaba viciado por las volutas de los cigarrillos y el olor a humanidad. Alonso Quijano sudaba en exceso. El sudor descendía de su rostro perdiéndose en el cuello de su camisa. Sonaba una canción, un viejo blues de Jimi Hendrix, concretamente el “Red House” Pero Alonso Quijano no estaba en situación de fijarse en la música. Tenía un revolver apuntando a su cabeza y un cigarrillo en la boca. Frente a él, estaba Paco “El Manco” un hombre cuyo historial se veía poblado por turbias anécdotas. En medio de ambos, en la mesa, había diez de los grandes esperando a que el ganador se los llevara. Estaban apostándoselos a la ruleta rusa y sólo quedaban tres oportunidades. Alonso Quijano mantenía la pistola apoyada en la sien con la mano temblorosa, dando fuertes caladas al cigarro. El Manco comenzaba a impacientarse.
– ¡Quieres apretar el gatillo de una puta vez, pedazo de mierda!
Alonso Quijano se la había jugado muchas veces. Siempre había sentido una tibia sensación al jugar y sentirse preso de las ingrávidas garras del azar. Y ahora estaba jugando la partida de su vida. Recordó como el juego había arruinado su vida. Un matrimonio de cinco años, un trabajo de abogado. Recordó entonces a Clara, su ex mujer. Tenía el cabello rubio, los ojos pardos y los labios más suaves del mundo. Algunas tardes de lluvia, cuando la ciudad era un mar de plomizos veleros, se quedaban en casa. Entonces clara le miraba a los ojos.
– Eres un hombre muy aburrido Alonso Quijano. Eres tan aburrido como esta lluvia de ciudad. Pero te amo, te amo como a nadie. ¿Tú me amas? No digas nada, no quiero que lo digas, disfrutemos de este silencio. Pero no dejes de mirarme con tus aburridos ojos y haz que sea parte de tu aburrimiento.

Y entonces hacían el amor. Lo hacían bajo un silencio sepulcral, con el sonido de la lluvia golpeando los cristales. Pero eso ya no existía. Cuando Alonso conoció el juego enloqueció y todo dejo de tener sentido. La lluvia, Clara y su aburrimiento. Pues el juego había tornado divertida e incierta su vida y eso lo hecho todo a perder.
Su ensoñación se vio aplastada por la furibunda mirada del Manco, el cual cada vez se mostraba más irascible. Finalmente se decidió. Tomó un largo trago de Ginebra bebiéndolo directamente de la botella y apretó el gatillo.
El disparo resonó por toda la habitación y Tomas calló sin vida sobre el suelo. Pronto todo se llenó de sangre y el Manco se apresuró a coger sonriente todo su dinero. Entonces la puerta se abrió y una gélida brisa se apodero de los cuerpos allí presentes. El Turco acababa de entrar.
– ¿Qué diablos ha pasado aquí?
– Nada, solo un pobre infeliz que pretendía enriquecerse a nuestra costa- Dijo el Manco, mientras acariciaba el botín recién obtenido.
– Muy bien, no tengo tiempo de vuestras payasadas. Tú, Manco, deshazte de esta basura y ven enseguida, tengo un encargo para ti.
El Manco abandonó la habitación. A los pocos segundos volvió con una alfombra envolviendo el cuerpo de Alonso en ella. Después despareció en la noche.
El Turco caminó hacia la barra y se sirvió un whiskey. Encendió un cigarro.
– Antonio, ¿cómo ha ido el asunto de ese tal Ginés Martínez?
– Un desastre, aquel maldito hijo de puta se los ha cargado a todos. Lo hemos subestimado Turco.
– ¡Panda de inútiles! Está visto que no sabéis hacer nada por vosotros mismos. Volver a intentarlo y esta vez que salga bien, si no seréis vosotros los que sufriréis su destino.
El turco abandonó la habitación y subió al piso de arriba, donde tenía una acomodada oficina. Mientras subía las escaleras pudo sentir un arroma a sándalo y eso solo significaba una cosa. Cuando abrió la puerta, vio sentada en uno de los sillones a Julia Reis. El carmín se había corrido por su rostro. Estaba llorando.

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Julia Reis acababa de llorar. No sabía por qué, no tenía motivo. El caso es que necesitaba una buena dosis de coca y estaba en el lugar adecuado. El despacho del turco.
La primera vez que entró en aquel despacho sólo tenía diecisiete años. Allí, tumbada en la alfombra, perdió la virginidad por las tremendas embestidas del Turco, que con cada movimiento zampaba en su interior un cuchillo que desgarraba. Julia Reis no sintió nada, ni esa, ni ninguna de las veces que lo hacía con el Turco. Pero aquel estado estéril de sentimientos le había servido de trampolín hacía una vida acomodada.
Se levantó del sillón y rebuscó entre los discos del Turco. Su mirada se topó con un disco del pianista Chano Domínguez.
Con las teclas del piano apoderándose melosamente de la habitación se sirvió un vaso bien cargado de Martini. Volvió a sentarse, volvió a llorar. Entonces la puerta se abrió y entró el Turco.
– ¿Qué diablos te pasa Julia? No tengo tiempo para tonterías.
– No es nada Turco, no hagas caso a estas lágrimas.
– Está bien. Toma, quizás esto te calme un poco.
El turco tiró sobre la mesa una papelina de coca que Julia Reis recogió al instante. En un rápido movimiento extendió aquel blanquecino polvo sobre la mesa y lo esnifó con furia.
-Ahora que estás más calmada escúchame bien, tengo un trabajillo para ti.
– ¿Qué clase de trabajo?
– Creo que la otra noche tuviste un encuentro con un tal Johnny Bourbon.
– Si, así es.
– Muy bien, pues quiero que te lo trabajes, quiero que ese tipo pierda la cabeza por ti. Solo eso, si haces eso estaré contento y todo estará bien.
– Eso es algo muy sencillo Turco. Ese tipo ya está loco por mí. Soy una mujer y eso se nota. No te preocupes, solo falta un poquito para que Johnny Bourbon deje de ser un problema.
– Muy bien Julia, eres una autentica granuja.
El Turco reía, su risa era seca y estridente, casi accidental. Se acercó a Julia y le agarró por la cintura.
– Esta noche estás muy guapa.
La besó quitándole el vestido. Julia volvió a estar desnuda en la alfombra, volvió a ser víctima de las embestidas del Turco, volvió a no sentir nada.

1 comentario en «Asesinato a doble espacio (Capítulo 8)»

  1. Muchas gracias por volver a retomar «Asesinato a doble espacio»,
    ya me tenías super intrigada con las aventiras de Jhonny Bourbon, Ginés Martínez, y compañía………
    Y ahora, quién coño es Alonso Quijano, ¡otra historia más abierta! ME VAS A MATARRR…….jajaja. No importa, seguiré disfrutando de cada capítulo, como he hecho hasta ahora……..

    Un besazo enorme

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