Citas caprichosas XV – Isabel Allende

Buenas tardes, entrada ya para dejar paso a la noche. Aquí todo está oscuro, supongo que por el resto de mis alrededores también. Hace un mes que no escribía nada sobre este tema. Hoy vuelvo a la carga y vuelvo a reflexionar sobre algo en particular a partir de una frase recogida de algún libro, como venía haciendo ya catorce semanas. La segunda temporada de las Citas Caprichosas, que ahora empieza, va a dar comienzo con una cita recogida de un libro de Isabel Allende, La casa de los espíritus, ya comentado en alguna ocasión por mí.

El tema es algo curioso, pero sin embargo, es algo que nos sucede, a veces a diario, otras veces no tanto, pero lo que está claro es que nos pasa. Imaginad que vais por la calle y escucháis un accidente cerca de vosotros. Se monta, como es normal y viene siendo costumbre, y cada vez más, un barullo de gente alrededor, gente que observa, que curiosea, que cotillea, todo. Pero cuando hay algún herido, la gente no se acerca, simplemente mira de lejos sólo para ver al individuo en cuestión. Si alguien pide ayuda, la gente se quita de en medio. Eso me recuerda a la letra de una chirigota de Cádiz, Los que cosen pa la calle, se llamaban. ¿Por qué se va la gente, aparte de por no querer, como siempre, mancharse las manos? Porque tienen miedo… mucha gente tiene miedo de ver cadáveres o heridos, y eso son cosas a las que no hay que temer.

Tengo un amigo que, como yo, ha iniciado este año sus estudios universitarios, con una diferencia: yo soy de Filología Hispánica y él es de Medicina. Y a estas alturas del curso ya está diseccionando cadáveres. Lo primero que le pregunté fue: ¿y no te da miedo? Y la respuesta fue de lo más normal: no, es como si fuese un muñeco de cera. Claro, es evidente. No se mueven, no van a atacar a nadie, es una de las situaciones más seguras que puede tener un médico. ¿Cómo se va a levantar el muerto en mitad de una disección? Y sin embargo, nos da miedo acercarnos a un cadáver.

Pero verdaderamente a quien hay que temer es a los que se pueden mover, a los vivos, porque éstos sí son los peligrosos, los que pueden tendernos, cuando menos lo esperamos, una emboscada. Y sin embargo, hay gente que no tiene miedo del resto de la gente. Yo soy valiente, eso es lo que dicen de sí mismos, pero a la hora de tener ante ellos un cadáver, la cosa cambia, y viene el momento de echarse atrás, de no querer siquiera tocarlo. ¿Qué sería de nosotros si tuviéramos que vivir, como vivieron muchos, las escenas sangrientas y mortuorias de las guerras que han arrasado nuestro país?

En definitiva, tenemos miedo de lo que no deberíamos, y de lo que deberíamos no lo tenemos. Somos así, así de irremediables en muchos aspectos, así de curiosos también.

Les dejo con la cita. Espero que les guste. Reflexionen sobre el tema, da para mucho.

“Se lo contó a Clara en sus cartas y ésta respondió que no debía temer a los muertos, sino a los vivos, porque a pesar de su mala fama, nunca se supo que las momias atacaran a nadie; por el contrario, eran de naturaleza más bien tímida”.

Isabel Allende, La casa de los espíritus

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