Presagio (parte XV)

Cuando lograron ver la cara de Arnaldo, se dieron cuenta de que no respiraba. Tenía el rostro encogido, como si no hubiese querido morirse en aquel momento. Las pupilas mostraban una mirada perdida que a Edu le habría significado más de una mala impresión. Tenía la boca entreabierta y la lengua hinchada, y el resto era todo característico de cualquier persona muerta.

En la mesita de cristal que había enfrente de la butaca y el sofá, había un vaso corto de whisky con hielo y, a su lado, aparte de la botella de Johnny Walker etiqueta negra, su favorita, un papel firmado. Junto al papel una pluma Montblanc destapada dejaba ver que Arnaldo no se había molestado en proteger su cabeza.

Yo sí que no puedo más. He falsificado la nota del suicidio, he falsificado la firma de mi ex mujer, falsifiqué también la carta que le enviaron a María José con el nombre de Míchel, he encerrado en la cárcel a un chico que no tenía nada que ver con mi vida y que debería estar en libertad, he despedido a mi mayordomo para que nadie sospeche de él y me voy a quitar la vida con este vaso de güisqui mezclado con un producto que me ha facilitado un amigo, cuyo nombre no voy a revelar porque he utilizado el revólver que descubrió mi hijo en mi cajón para que me diera el veneno por la fuerza. Estoy harto de tantas mentiras. Está claro que, tarde o temprano, acabarían descubriéndome, y sé que ha sido mi hijo, mi propio hijo, quien ha traído a la policía hasta las puertas de mi salón. No le guardaré rencor, adondequiera que esté cuando lean esto.

Sobre mi mesa del estudio tenéis la cinta de video en la que podréis ver que todo lo que he mencionado aquí es cierto, y que ya no miento en nada de lo que digo. Aquel día en el juicio, mi abogado se las apañó para modificar el video y suprimir las partes que me delataban. También él tuvo cierto ingenio en tratar de cubrirme, se merece una medalla.

No obstante, deseo que toda mi fortuna, mi casa, mi empresa y todas mis ganancias, sean heredadas por mi hijo, ya que es la persona que me queda en la vida y la única que quería seguir mis pasos y convertirse en un empresario como yo. Espero que él no tenga que valerse del crimen para buscar la felicidad, puesto que yo lo he intentado así, como última opción, y nada ha dado resultado. Espero que la vida en el más allá tenga algo más de valor, un poco al menos, que la que hoy dejo en manos de quien quiera hacerse cargo de mi cuerpo.

Ya es tarde para decirlo, pero siento todo lo que he hecho, siento haber engañado a todo el mundo, siento haber hecho daño a mi hijo, siento ser como he sido durante toda mi triste vida.

Edu, cuídate. No sigas los pasos de tu padre, no lo mereces. Adiós, hijo mío.

Arnaldo.

Eduardo contenía las lágrimas por la expectación del cuerpo de policías, pero en cuanto éstos se hubieron ido del salón, dejándole solo con el cadáver, al que directamente le dio la espalda, lloró con fuerza, aunque silenciosamente. Se quedó en el hall mientras el cuerpo de policías buscaba esos detalles que suelen buscar en las escenas del crimen por sus alrededores. Al final, al ver que no descubrían nada fijándose en los detalles de las habitaciones, concluyeron que tenían que ver la cinta de la que hablaba la nota.

 

(Continuará…)

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