Vicente Blasco Ibáñez – Sangre y Arena

Sangre y arena es una espectacular novela de Vicente Blasco Ibáñez que cuenta las hazañas del torero sevillano Juan Gallardo, que de pequeño siempre fue un pobre niño que se escapaba para torear en la feria, que después fue ascendiendo en los puestos taurinos hasta llegar al puesto actual: un torero con una gran reputación, fama, valentía y, como su nombre indica, gallardía.

Juan Gallardo es un hombre casado con doña Carmen, pero que, como muchos artistas del toreo (y esa es una de las críticas del autor), tiene cantidad de damas a sus pies, con las cuales se corre las juergas típicas que permite la abundancia de dinero. Su madre, doña Angustias, siempre sufrió, desde que él era pequeño, por su vida, pues ya desde niño expresaba su inquietud por el mundo taurino, y ella su preocupación, porque a su marido se lo llevó una situación parecida. El Nacional, por otra parte, cuñado de Juan Gallardo, marido de su hermana Encarnación, es uno de los compañeros del torero, y es quien le dice que no se arriesgue tanto la vida frente al toro, que no es necesario cuando ya la reputación ha llegado a tales límites que el público perdona cualquier cosa. Y frente a estos personajes está la figura de doña Sol, una mujer por la cual el torero siente algo fuerte, tan fuerte como para ser capaz de pensar en ella antes que en su propia esposa.

Con tan pocos personajes, más algunos que no he nombrado pero que también tienen su importancia en la historia, Vicente Blasco Ibáñez nos desarrolla la carrera “artística” del que todos llaman “el primer hombre del mundo” porque es capaz de enfrentarse a un toro como si se enfrentase a una mariposa, ese asunto que tan criticado es hoy y que, sin embargo, sigue en desarrollo. Frente a esto, el autor hace unas críticas atroces contra el mundo del toreo o del dinero en general, como al decir, por ejemplo, que todo se permite cuando uno tiene dinero (no es literal, pero más o menos ésa es la idea). O la forma de caracterizar al público como la verdadera fiera, frente al toro.

Pero, no obstante, lo que más me ha llamado la atención de la novela es la maestría de las descripciones: párrafos y párrafos extensísimos de minuciosas descripciones que hacen ver a la completa perfección un traje de luces, una dama desnuda, un animal agonizando, o un paso de semana santa (lo cual, esto último, me ha parecido el mejor momento de la novela). Esas descripciones, tan características en el momento más maduro de Vicente Blasco Ibáñez, hacen de novelas como ésta de agradabilísima lectura, a pesar del tema que trata (para nada soy taurino, estoy completamente en contra de la matanza de animales como espectáculo público que, además, recaude dinero).

El mejor pasaje de la novela, sin duda, fue el de la semana santa. Este libro me lo recomendó una persona a la que conozco desde hace tiempo y con la cual tengo cierta confianza, y me confirmó, efectivamente, que no es imaginación del escritor: la semana santa en Sevilla es exactamente así. Es decir, el escritor describe a la perfección lo que se da en esta semana en Sevilla. Es algo bastante ingenioso, y difícil de conseguir.

En definitiva, creo que no se pierde del todo el tiempo leyendo esta novela, simplemente por la forma de escribir del autor. Si logran apartar las ideas sobre el espectáculo de los toros, como hice yo durante esta semana de lectura, es posible que disfruten de una buena experiencia literaria. Espero que les guste.

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