Versos de Oro – Enrique Heine

Buenas tardes, compañeros, amigos. Volvemos a hablar, como todos los viernes, de poesía. De Versos de Oro, por llamar a esto como lo venimos haciendo desde los últimos meses. Hoy tengo la ocasión de presentaros un poema que me ha gustado por la simpleza, por el mensaje rápidamente transmitido, por la brevedad del poema (me gustan más los breves que los demasiado extensos). En definitiva, un poema que me ha hecho buena mella.

El poema que he escogido para esta semana pertenece a Enrique Heine, y se encuentra en su obra Intermezzo lírico, compuesta entre 1822 y 1823. Se trata de una obra formada por un prólogo, sesenta y cinco capítulos que son un poema cada uno, generalmente breves, algunos más extensos, y finalmente un «apéndice al Intermezzo Lírico», formado a su vez por cinco poemas que despiden, por así decirlo, la obra.

El fragmento que presento aquí es el poema número cuatro del cuerpo de la obra. Consta de doce versos en los que, siguiendo una rima bastante consonante y un esquema métrico de octosílabos, cuatro tercetillos, para ser más exacto, doce versos, decía, en los que plasma a la perfección una escena frente a una mujer, esperando que le diga lo que podemos llamar palabras mágicas, esas dos que tanto esperamos muchas veces, y sin embargo, a veces no llegan. Quizás cuando llegan, la sensación que tenemos es la misma que expresa aquí el poeta, ese llanto.

Bueno, pues con esto ya podemos proceder a leer el poema, así que os voy a dejar que, libremente, extraigáis vuestras propias conclusiones, si os ha gustado, si no os ha gustado, si os impresiona esa rapidez y brevedad, esa soltura en la versificación. En definitiva, espero que os guste. 

– 5 –

Cuando dulces y tranquilas
me contemplan tus pupilas,
se disipa mi aflicción;
cuando, sin miedos ni agravios,
tus labios das a mis labios,
curado está el corazón.

Cuando la cabeza inclino
en tu seno alabastrino,
el cielo siento bajar;
cuando tu labio sincero
exclama: «¡Cuánto te quiero!»
rompo entonces a llorar.

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