Operación Masacre: leer para que no vuelva a suceder

Lo último que hizo Rodolfo Walsh fue denunciar, en 1977, las desapariciones y las torturas del Proceso Militar argentino mediante una carta firmada por él. Luego, como Walsh intuía lo mataron.

Cuando escribió el libro, en 1957, tenía 30 años. Lo escribió por repudio a “los terroristas de arriba, los torturadores y los fusiladores”. A ellos acusa en su obra literaria no ficticia llamada Operación Masacre. Una historia cruda y espelusnante apta para los que no se impresionan facilmente, los demás abstenerse.

Lo que el escritor denuncia en el libro es que en 1956 doce personas inocentes fueron ilegalmente detenidas, maltratadas y fusiladas por orden del Gobierno.

Lo interesante de la novela no radica fundamentalemente en los hechos sino en la forma en que Walsh los narra y los utiliza para reflexionar sobre la impotencia, la desesperación y el terror ante la crueldad, la arbitrariedad del poder y el inexorable encuentro del hombre con la muerte.

Puede parecer raro, pero la novela hace todo lo posible para que el lector sienta empatía por aquellos condenados y, de ese modo, “sufra” y entienda aunque sea una mínima parte como fueron los maltratos a las que fueron sometidos hasta el instante de su ejecución.

Ahora bien, puede decirse que todo el maltrato que cuenta el libro persigue otro fin, que es el de propiciar la reflexión. “Investigué y relaté estos hechos tremendos para que inspiren espanto”, advierte Walsh en el prólogo, y agrega: “para que no puedan jamás volver a repetirse”.

En principio, el manejo de la temporalidad dentro del libro tiene una notable influencia. Como la historia es corta y sencilla, los capítulos, eminentemente descriptivos, transcurren dando la impresión de que nada avanza, de que jamás acabará el espanto. De cada minuto germinan detalles escalofriantes. Los pensamientos y las reacciones de cada personaje son reconstruidos con minuciosidad de ese modo que se sumerge al lector en un tiempo elástico y viscoso, inmóvil, desesperante. Esto puede evidenciarse claramente en el momento que describe como Horacio Di Chiano finje su muerte frente a un grupo de soldados que, al menor movimiento, le hubieran pegado el “tiro de gracia”

La obra esta escrita en oraciones cortas, en presente, para involucrar al lector en la escena: “Ahora le toca a él. Le están apuntando. No los ve, pero sabe que le apuntan a la nuca. Esperan un movimiento. Tal vez ni eso. Tal vez le tiren lo mismo. […] Pero no se mueve. Nadie habla en el semicírculo de fusiles que lo rodea. Y así transcurren segundos, minutos, años…”. Este tipo de oraciones, son descripciones depresivas, tal vez demasiado depresivas, que configuran vivas imágenes del horror y la desolación, con un buen uso del lenguaje. Se nota, además, un constante afán por comunicar la sensación de impotencia de quien espera su trágico e inevitable destino con desesperación.

Desde el principio, Walsh nos anticipa el desenlace de la historia y, tal como los condenados, no podemos hacer nada por salvarlos. Otra vez, el lector sufre por ellos: “Cinco morirán y la mitad se salvarán”, nos dice el narrador antes de que todo ocurra y, al comienzo de cada secuencia narrativa, nos adelanta su final aterrador.

Puede decirse que contrariamente a una novela policial, donde por lo general el lector no se entera de cómo termina la historia hasta el final, en Operación Masacre se sabe quién morirá y quién es el asesino. Cabe destacar que si bien ya se sabe el desenlace fatal de todo lo narrado, el lector se va enterando de lo ocurrido al mismo tiempo que los prisioneros, muchos de ellos ignorantes del crimen en el que se les imputaba haber participado.

En cierto momento, el autor alude a un texto bíblico: cuenta que un testigo se impresionó porque uno de los fusilados “parecía un Cristo”. Se establece, así, un paralelo entre los padecimientos del fusilado con los de Jesús ya que ambos reciben una injusta condena a muerte, son torturados y castigados, deben recorrer un largo camino hasta el sitio de su ejecución y hay un posterior retorno a la vida (en el caso del fusilado Juan Carlos Livraga, un sobreviviente al que Walsh llama “el fusilado que vive”). ¿Será por eso que el autor emplea tan seguido la palabra “Calvario”? De modo que la novela nos manda a fusilar, enfáticamente, para que padezcamos, junto con las víctimas, el advenimiento inevitable de la muerte. Pero el sufrimiento no es en vano: Rodolfo Walsh logra inspirar el espanto que se propone y hace reflexionar sobre temas como la desesperación, el miedo, la crueldad y la muerte. Lo hace, por cierto, de una forma singular, en una obra que se disfruta por su extraordinaria calidad literaria muy parecida a los relatos de Jerry B. Jenkins en su novela Dejados Atrás.

Operación Masacre se trata de una novela que, supongo que sin proponérselo, fundó un género y logra transmitir el repudio hacia las violaciones de los derechos humanos.

La obra de Walsh es un crudo testimonio de su época, devenido hoy en una clave estética, tan valiosa como necesaria, para iluminar los períodos más oscuros de la historia.

10 comentarios en «Operación Masacre: leer para que no vuelva a suceder»

  1. hola de nuevo,soy melina cervantes y queria decir que los resumenes que leí no estan bien escritos y es una lastima por que son personas que creen saber de literatura ,pero no saben escribir.

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  2. oseaaa..de q trata esta novela?aa re colgadaa jajaj
    eem
    aamii mee maandaaroon aa aaseer uun traabaajoo praacticoo y qieeroo laas reespuueestaas,qiien me lass pasaa?jiji^^

    mi nuum ees15487263

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