Los Elegidos 17 (Dueña de su propia soledad)

     La voz de la joven sirvienta se escucha tras la puerta, al fin logra respirar tranquila.

     – Ya está lista la comida, niña.

     – Sí, Lupe. –contesta Cindi- Bajo en seguida.

Se escuchan los pasos de la sirvienta al retirarse; mientras ella se disponía a salir, pero se detiene al momento en que iba a abrir la puerta. Regresándose a mirarse al espejo, se da cuenta que aún se le marcaban las ojeras. Se agacha a tomar las gafas y al momento de incorporarse, alcanza a ver algo extraño por la ventana.

     Se asoma lentamente, dándose cuenta que el joven de barba cerrada se encontraba parado sobre la banqueta de la acera de enfrente, con la vista fija hacia la ventana donde se encontraba ella. Nerviosa se coloca  las gafas en el rostro y sale de su cuarto.

     Baja las escaleras con rapidez y llega hasta el comedor, sentándose a la cabecera de aquella larga mesa, rodeada por diez sillas de las cuales una ocupaba ella misma, la principal. De inmediato llega Lupe y sirve la sopa en el plato de Cindi, retirándose sin pronunciar palabra.

     Los ojos de la hija de los patrones recorren el lugar solitario, los lugares de la mesa desocupados. Ahí se encontraba, dueña de la nada. Dueña de su propia soledad. Ahí, sola, con el fantasma de lo desaparecido, con el murmullo del silencio. Escuchando ese silencio que hacia sentir cada vez más las ganas de gritar, de llorar y hasta de rezar. Ganas que se quedaban atoradas en la garganta, en el grito desesperado que nunca se escucho.

 

Continuará…

 

Autor: Martín Guevara Treviño

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